viernes, 29 de junio de 2012

Zen 1. (k) Vida de Dôgen


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Nació en 1200 y murió en 1253. Tuvo una vida breve aunque bien documentada y biografiada (en parte por él mismo). Fue huérfano de madre y luego de padre siendo aún muy joven. Así aprendió (como él mismo reconoce) lo que es mujo (la no permanencia), nozarashi (la intemperie), dukha (el desamparo), así como la necesidad de establecer una vida plena y difusiva, única forma que encontró para superar tan terrible contexto inicial. Ese es el sentido y el valor de su primera formación en Japón, antes de partir para China, o sea durante sus primeros veinte años. Pertenecía a la familia Minamoto Fujiwara, noble y cortesana, en la cual un descendiente varón normalmente estaba destinado a ser jefe religioso relevante, o ministro de la corte. Al ser criado por parientes de la familia de su padre, recibió una educación nobiliaria. Este tipo de educación (que empezaba a los tres o cuatro años y permitía escribir poemas desde los siete u ocho) era una educación china, masculina, autoritaria, bilingüe; pero además muy productiva desde el punto de vista de las letras, a la usanza de ese tiempo. Al formar parte su familia del elenco de aquellos que fueron vernaculizando la herencia china, Dōgen participó de un enraizamiento en el Budismo japonés de su época. Le tocó conocer, de un lado, el monasterio Senkobo, donde se practicaba un Budismo popular y pietista. Y pudo igualmente conocer el monasterio del monte Hiei, punto crucial e incomparable del Budismo erudito (ubicado, igual que Senkobo, a las afueras de Kioto). Tengamos en cuenta que la vida social de alguien formado en la nobleza transcurría dentro de los perímetros de la corte o en las áreas urbanas periféricas inmediatas de la ciudad de Kioto, como si ese fuera todo el mundo abarcable y hasta concebible.
Dōgen aprendió el Budismo esotérico, el de la salvación interior, tanto como el exotérico, más afecto a las condiciones humanas mundanales concretas. Ambos Budismos le plantearon una pregunta que tardaría mucho tiempo en responder y que, de acuerdo a sus propias memorias, formuló de la siguiente manera: “Ambas doctrinas (exotérica y esotérica) enseñan que todos los seres ya poseen la naturaleza de Buda. Entonces, ¿por qué desear la iluminación? ¿Por qué practicar la ascesis y la meditación?”. Esta pregunta aparecerá de múltiples formas en sus propios escritos, entre otros el Fukanzazengi (“Proclamación universal de la meditación sentada”), texto que se lee diariamente al finalizar en todos los monasterios soto Zen de Japón, al finalizar las actividades y como despedida hasta la madrugada siguiente.
A partir de esta pregunta cobra sentido su viaje a China, que le insumirá cuatro años, entre 1223 y 1227. En este punto, habría que enfatizar lo prematuro de la maduración filosófica y espiritual de Dōgen, el hecho de que a esa edad ya hubiera agotado las posibilidades de obtener respuesta en los centros espirituales más cotizados que tenía a mano en el Japón de esa época. De forma complementaria, importa considerar lo que significaba China para los hombres espirituales y para la cultura nipona en general, desde el siglo VI hasta el siglo XIII. Precisamente, con Dōgen se cierra el ciclo de japoneses que, cuando tenían algo que averiguar o aprender, viajaban al sudeste de China (en periplos sumamente azarosos, atravesando mares con corrientes potentes, tifones y piratas). Las crónicas están plagadas de intentos (más de una vez infructuosos) de ir desde el noroeste de la isla de Kyushu (zona de Japón más cercana a China) hasta la costa del sudeste de la China (a unos 200 o 300 kilómetros de la actual Shanghai). En su viaje a China, Dōgen conoció la profundidad de la práctica (bendo) y de la escritura (monji). Empezaba a proyectar un Zen concebido (y luego puesto en verificación) como un camino para el conocimiento de la existencia propia, entremezclado y entreverado con el conocimiento de las palabras que designan esa experiencia. Ya se incubaba lo que hará del Zen de Dôgen algo único en la escena japonesa. Algo al mismo tiempo tan sorprendente en momentos en que, a comienzos del siglo XXI, seguimos buscando vías de conocimiento que valga la pena transitar y que traduzcan formas radicales de vida. Todo ello con el común intento no tan sólo de conseguir la serenidad sino de alzarnos a un disfrute pleno de la vida.
Numerosas anécdotas jalonan su viaje a China: un largo trayecto, peligros de naufragio, dificultades aduaneras. Siendo Dōgen extranjero de un país considerado por China como bárbaro, al llegar fue dejado en la bodega del barco durante un período probatorio de tres meses, a la espera de corroborar que no fuera portador de enfermedades o un sujeto peligroso. Durante el viaje, Dōgen había conocido en este barco al tenzo o cocinero de un monasterio chino. En conversación con él, había advertido la importancia que ese cocinero tenía en su propio monasterio. Poco a poco fue percibiendo que se trataba de una persona de autoridad, aquel que, con motivo de la preparación de la comida que alimenta el cuerpo, introduce un criterio para comprender cuál es, de igual forma, la situación de la mente. Igual que en otros monasterios de China que conoció, desde la aparición del Zen sōto comandado por Dōgen, el tenzo será el segundo personaje en importancia de todo monasterio japonés, por debajo del abad (roshi: hombre sagrado). Varios encuentros tuvieron lugar entre el maestro de cocina (una y otra vez visitaba el barco con la excusa de adquirir productos exportados de Japón a la China) y el aprendiz de bonzo (quien esperaba con paciencia el documento oficial que le permitiera desembarcar). En ese período, Dôgen aprendió que la experiencia de vida de una persona consiste en (como si se tratara de dos mitades de una misma naranja) una mitad, expresiva de la naturaleza de las palabras; y otra mitad, expresiva de la naturaleza de la práctica.
Este viaje permitió a Dōgen discernir el criterio del Zen sobre el modo de sentarse, de servir y estudiar. Visitando diferentes maestros chinos (era parte de su búsqueda), mantuvo una vida tan itinerante como la que había practicado en Japón, pernoctando en diferentes monasterios, cambiando con frecuencia de un sitio a otro, sin tomar bando a favor de nadie. Pero al mismo tiempo captando (a modo de dato común a muchos de ellos) la universalidad del Zen. En este itinerario quedó muy impresionado con la existencia de un laico, Pai-Chang, padre de familia, agricultor, persona común capaz de desarrollar su experiencia sin la condición o prerrequisito de formar parte de una comunidad monacal. Además, durante el viaje a China, Dōgen descubrió el poder disolvente del koan y conoció los Lin-Chi Goroku. Finalmente, al cabo de muchas vueltas, acabó encontrando un maestro, Ju-Ching (conocido en Japón como Nyojo), quien lo ayudó en la parte final de su proceso de aclaración. 



En 1227 Dōgen volvió a Japón. Entre 1227 y 1230 residió en un monasterio Zen de denominación rinzai, el famoso Kennin-ji (enclavado en el barrio de Gion, en Kioto), donde se dedicó a la enseñanza pública, escribió el ya mencionado Fukanzazengi y empezó a sufrir hostilidad y amenazas por parte de sus colegas. Kennin-ji era el vértice en el que se empinaba el poder espiritual-ideológico más rancio del Budismo, así como la influencia de altas familias nobiliarias aposentadas de Kioto, todas ellas muy trabadas por lazos familiares, culturales y económicos. La hostilidad de sus pares monjes hacia Dôgen se fue transformando en franca persecución desde el templo cercano de Hiei, en ese entonces habitado por monjes-soldados. En tan peculiar contexto, abandonó la ciudad de Kioto en 1230 y hasta 1233 vivió en el templete de An’Yo-in, ubicado en Fushimi, que en esa época era un suburbio alejado de Kioto. Durante los diez años siguientes (hasta 1243) vivió en el templo de Kannon-dori-in, también ubicado en Fushimi, que entonces era una zona que pocos en la ciudad visitaban y donde, por lo mismo, no se establecían controles policiales, administrativos o ideológicos. El Zen de Dôgen necesitó de tamaño desamparo para no perecer por la fuerza de las armas y de los intereses sectarios.
En An’Yo-in, Dōgen se preocupó intensivamente de la enseñanza a grupos dotados (en sus palabras) de una “firme determinación”. Desarrolló el Bendowa, célebre discurso sobre la práctica. Era escuchado por familias enteras que se desplazaban desde la ciudad de Kioto, mujeres, pobres, campesinos, gente sin rango. Fue un período de gran difusión de su proclama de universalidad (ligada a la invitación del Fukanzazengi). De este templete semiderruido pasó, de forma más permanente, a un templo ya existente, el Kannon-dori-in, Gokuraku-Ji o Kosho-Ji (tres nombres equivalentes con los cuales un mismo edificio está registrado en las historias que se cuentan sobre Dōgen). Allí comenzaría un programa de enseñanza monacal. Kannon-dori-in fue pensado como un gran monasterio. Sin embargo, aunque mantuvo un laicado abundante, en virtud de las circunstancias y por la necesidad de ocultarse del control doctrinal y de las amenazas militares, la propuesta de Dōgen empezó a menguar en universalidad. Por un lado, tuvo que sistematizar las enseñanzas para que llegaran a mayor número de personas y, por otro, tuvo que seleccionar (y de alguna manera preservar) a las personas que siguieran esas enseñanzas y se formaran como monjes.
En este período escribió su obra fundamental, el Shobogenzo, en el cual absorbía corrientes de algunos de los grupos que fueron mencionados como parte de los primeros intentos del Zen en Japón y que se le habían ido acercando. Entre ellos, daruma, eisai y nembutsu. A medida que iba absorbiendo esas y otras corrientes, a medida también que se iba poblando de aprendices y practicantes su monasterio, con la misma intensidad se incrementaba la persecución por parte del Budismo oficial y de su brazo armado. En 1243 tuvo que abandonar la zona de Kioto y se estableció en la provincia de Fukui, en un sitio realmente inaccesible para los usos y comunicaciones de entonces. Este lugar sería el centro, desde entonces, de la rama sōto del Zen y le daría al propio Dōgen un nuevo nombre de pila: Eihei, vuelto él mismo Eihei-Ji “el templo de Eihei”. Un discípulo laico samurái de rango intermedio, Hatano Yoshihige, le ofrecería defensa armada, donándole sus propias tierras y la fuerza de trabajo necesaria para que pudiera concretar una nueva instalación.
En Eihei-Ji, a partir de 1243, se construyó el monasterio central pensando directamente en la formación de monjes. Durante este período, Dōgen fue refinando sus posiciones y, de alguna manera, en la práctica fue perdiendo la amplitud de perspectiva inicial. Tuvo que prescindir de los laicos, las mujeres se alejaron de la proximidad formativa, se hizo menor la tolerancia con otras vías del Zen como rinzai o incluso daruma y se produjo un re-centramiento en la élite intermedia, sobre todo rural. El lento pero imparable goteo de cuadros religiosos hacia Eihei alertó a los nobles de Kioto, y sobre todo a las autoridades del shogunato en Kamakura, sobre la importancia de la prédica y de la propuesta de Dōgen. De alguna manera, se podría decir que la comandancia nobiliaria y político-militar del Japón de entonces cayó en la cuenta de que había surgido algo imponente y nuevo, algo que no se podían perder (o que al menos debían neutralizar).
Entre 1248 y su muerte, en 1253, en la vida de Dōgen se alternaron tres aspectos difícilmente separables y que han ocasionado polémica y discusión en los períodos subsiguientes del Zen de estilo sōto. Por un lado, Dōgen, que ya prácticamente había completado su obra escrita (aunque la siguiera puliendo) contrajo una enfermedad que lo acabaría consumiendo en cinco años. Por otro lado, fue afirmando su línea de trabajo en la propia comunidad, transformándose en la autoridad y hasta en el poder dentro de su monasterio. Además inició, a pedido del shogun, un acercamiento con la sede política de Kamakura, en la cual pasó varios períodos instruyendo al generalísimo hasta que la enfermedad (sumada a las crecientes protestas de sus propios monjes) lo trajo de vuelta a la zona de Fukui. Finalmente, en 1253, hizo un último viaje a Kioto para que se le practicara una medicina más completa. Pero no pudo sobrevivir a su enfermedad y falleció.

4 comentarios:

  1. Estimadisimo Alberto:cuanto desplige de sabiduria en estas lecturas ,sobre la vida de Dogen,debo decirte que ,me enriquese ,me proyecta hacia la continuidad de la vida de esta escritor y fundamentalcreador del shobogenzo......Me apena que que su vida que nos deja tanta sabiduria se haya tenido que diluir en cinco años de enfermedad...me duele ese su martirio,tal vez es como un pago,doloroso por dejar que su sabiduria nos acompañe aún hoy en este nuestro xxi,me pregunto porque siempre el dolor en los "grandes" porque el partir no es más dulce.Cuando sus escritos y enseñanzas nos hacen tanto mejores?
    cordialmente
    Maria

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  2. Ante cada comentario tuyo siento la afinidad, la cercanía. Gracias, María

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  3. Leyendo esto que también esta en tu libro Zen 1 me da la impresión que Dogen siempre esta en exilio... en un exilio que lo acaba trayendo de vuelta a su lugar de origen... se corresponde en parte con mi experiencia, el exilio, recién lo veo, hace que no de nada por sentado... Bueno, lo saludo cortésmente. GG

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  4. La vida del nacido es existencias de nacer y liberar tratados que, absorben la llamada silenciosa en vivenciar directa_mente el deseo de nacer... Quiero redactar con letras este vacío de tratados, entre escuelas que ciegan la unidad del todo existencia_al.. Un ser nacido nacen con todo dado por añadidura, añadido, esa meditación es natural, con tada naturaleza real en su visión directa, la sencillez del silencio ha y... Es el estar contemplativo estado llamado Budha, vacío de seguir idealizando el pequeño o gran camino.. Meditativo, andando, sentado, trabajando, descansar en esa dualidad directa amanecer, medio día, atardecer, luz que acontecer constantemente instantes, es meditación, atención Sin, de Sin, esfuerzos. La llamada mente con sus deseos en poseer.. La imaginación ilusoria de ego enkarnado.. Bueno es que lo malo empujar con disipación a la atenta disolución de la ignorante ilusión fluya en encontrar nuestra naturaleza nacida, viviendo directa_ mente toda forma nacida en este planeta ilusorio... Ven y ve.. KEPAKE es un amigo ensimismado en su vacío disipado en el sencillo nada.... Estimados amigos nacidos ahora. Un abrazo de mi bondad despierta atenta.
    Atenta_ mente.
    KEPAKE.

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