jueves, 1 de noviembre de 2012

Zen en días de bonanza

** En cuanto a práctica de zazen, mi insistencia constante tiene que ver con la borrasca. 'Pilotos de tormentas', ¡eso somos! como practicantes de la meditación sentada. Es cierto que la expresión ha sido utilizada a tiempo y a destiempo entre nosotros, con legitimidad o sin ella. Pero igual resulta rescatable cuando, aplicando la lección de los cínicos alejandrinos, consegimos 'cambiar el valor de las palabras'. El 'valor' de la moneda que el zazen acrisola en nosotros no es otro que una estabilidad progresiva de la persona, elástica y danzarina como Vishnu, capaz de capear y surfear con cintura flexible los avatares de las circunstancias ('in.nen': las condiciones circunstanciales siempre son exteriores; pero también, y sin falta, interiores).

** Sucede sin embargo que a veces no hay tormenta. Ocurre que sencillamente, nos sentimos 'tranquilos y contentos' (sin mezcla alguna de negación). Hay un zazen de la bonanza, ¿por qué no? Consiste en dejarse estar, en dejarse ir a través del hilo de la respiración, hacia la naciente misma de la vida, allí donde late el corazón, allí donde el aire apenas entra y sale, a un ritmo que se va haciendo lento, para que si es posible nada se mueva en uno. Que nada nos distraiga de la contemplación de la vida y de nuestra presencia a la presencia. Cuando algo de esto sucede, son dos en realidad las cosas que (nos) ocurren:
- No sólo la mente (shiryo) se vierte, se escurre, gotea hacia la no-mente (fu-shiryo) de nuestra contemplación de la nariz (¡parece chiste!; y no lo es, como sabe todo practicante de zazen), sino pareciera que 'desenchufamos' radicalmente, flotando en la sin-mente (hi-shiryo).
- Por otra parte, nuestra vida afectiva energiza drásticamente el corazón, haciéndolo capaz de 'contener' una 'porción' cada vez más amplia del mundo que nos rodea: el pulso de vida contiene y sostiene la vitalidad (a menudo sufriente) de personas y situaciones que conocemos. Podemos 'amarlas' o no, pero calibramos el fondo denso e inapelable de la existencia ajena, que advertimos en cada caso ser parte de la nuestra.

** Todo está en su sitio. Más de una vez las cosas estarán out of joint (como el mundo, en la tragedia shakespiriana): nuestra tarea de practicantes será remarla, nadar, a veces tan sólo no ahogarnos. Pero cuando, en cambio, sentimos que 'todo está en su sitio' se produce lo que (medio en broma medio en serio, spoudangelion: otro buen consejo de los cínicos alejandrinos) podemos considerar como meramente 'flotar'. Sí, dejarse llevar por la corriente de la vida, hacia una dejación a veces no exenta de riesgo pero que, cuando la practicamos bien, deja en nosotros la huella imborrable del bienestar. Una adicción inocua. Una nada que puede cambiarte de cuajo la vida.

1 comentario:

  1. Hola Alberto*Silvia*:los leo como en un diario de viaje---viajo con ustedes jajaaa "como"..jaja.
    - (shiryo)-(fu-shiry)...que bueno!

    saludos cordiales
    maria

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