miércoles, 20 de junio de 2012

Zen 1. (e) Crítica del ego metafísico





Desde Marco Polo en adelante, los occidentales se interesan en las tradiciones
orientales de crítica del ego metafísico. Son varias (y sinuosas, y complementarias) las rutas por las cuales lo que acabaría llamándose “Zen” se fue aproximando a lo que en la historia cultural mundial es conocido como “tradición occidental”.  

Marco Polo dio noticia (y guión fabuloso) del Lamaísmo, de forma que pudiera
resultar asimilable para una república burguesa y mercantil como Venecia, por
entonces uno de los pueblos de máximo desarrollo económico y cultural en Occidente.

Apoyados en las crónicas de los exploradores europeos y a la nutrida
correspondencia de misioneros (particularmente jesuitas y franciscanos), los
filósofos ilustrados franceses “construyeron” un Budismo apto para su
Enciclopedia (compilación interpretativa de todo el saber disponible hasta entonces) y para la modernidad que contribuyeron a diseñar (forzosamente eurocéntrica, vista la identificación que impulsaron entre lo que consideraban reseñable y lo conocido o concebible por el europeo cultivado medio), una especie de humanismo no religioso y fácilmente reutilizable como ataque al Cristianismo romano, entronizado como ideología dominante de la Europa latina del siglo XVIII.

La psicoterapia crítica del yo acercó a Carl Jung de Erich Fromm, y a ambos con Daizetsu Suzuki. Desde fines del siglo XIX, en Europa se empieza a pensar si de verdad se producen cruces entre Budismo y psicología. El camino había sido allanado por valiosas reflexiones previas. Una, de tipo filosófico (de Schopenhauer y luego de Nietzsche), entendiendo al Budismo como una religión ajena (y opuesta) al Cristianismo, acaso como una anti-religión. Otra, de tipo psicológico, gracias a secuelas de las investigaciones del francés Jean-Martin Charcot (sobre el sistema nervioso y su conexión con la performance física), continuadas por su discípulo austríaco Sigmund Freud, neurólogo que compendió una serie de puentes establecidos entre cuerpo y mente, en lo que desde entonces se denomina psicoanálisis. Ciertos pensadores ligados a estas tradiciones buscaron desarrollarlas (en parte cuestionarlas) durante el siglo XX, concretando aspectos específicos en los cuales Budismo y psicología se estarían solapando. Mencionaré tres. Uno es el afán de establecer una descripción fenomenológica exhaustiva de la psiquis humana que incluya ideas convergentes, extraídas de enseñanzas budistas (la sutra o escritura Abhidharma) y occidentales (procedentes de los ya mencionados). Otro es el intento de superar la tradicional división entre alma y cuerpo, echando las bases de una ontología no dualista referida, a la vez, a la meditación del Zen y a la práctica psicoanalítica. El tercero es considerar ambos métodos como experiencias curativas transformadoras, gracias a que desarrollan técnicas de sanación eficientes, aunque deban cada vez adaptarse a situaciones occidentales u orientales.

Como extensión previsible de lo anterior, la neurología incipiente de Paul Chauchard, luego la minuciosa y esforzada de James Austin, y en estos años la neurobiología norteamericana de origen europeo (con aportaciones del francés Jean Pierre Changeux y el portugués Antonio Damasio) tienden puentes para entender mejor el carácter central de las emociones en el proceso de conocimiento (con independencia de una acción metódica, como puede serlo el zazen o meditación, pero de gran utilidad para presentarla a oídos occidentales).

A todo esto, convendría no dejar de lado dos hechos, no menores, de fuente confesional. Por un lado, la expansión religiosa de las ramas del Zen en su esfuerzo internacionalista, representadas por el propio Daizetsu Suzuki (proveniente de la rama rinzai) y por Shunryu Suzuki y Taisen Deshimaru (de la rama sōtō). De otra parte, la re-lectura del Zen de tradición sōtō en clave cristiana, por obra de notables jesuitas recientes, los alemanes Heinrich Dumoulin y Hugo Lassalle, ambos sosteniendo con manos firmes, como a ambas riendas de un carro, las tradiciones más valiosas del cristianismo y las evoluciones históricas más rescatables del Zen.
  
A partir de la década de los 60, como florecimiento o expresión de una importante revolución cultural en curso en Estados Unidos (sobre todo en la costa oeste), se produjeron relecturas de un 'Budismo Zen' aggiornado, adaptado a lo que ha sido, en el siglo XX, un intento de liberación mental e institucional interesante y fecundo, abriendo la puerta a posteriores reinterpretaciones de las tradiciones orientales.

4 comentarios:

  1. Respondo a una consulta de Cuaco: Gravitando en torno al Zen, el libro entero asume la sospecha de que la idea de una metafísica o ‘prima philosophia’ es responsable de diversas formas de comprender la realidad como construcción centrada en un sujeto invariable, a su vez ‘sujetado’ por alguna entidad superior. ‘Crítica del ego metafísico’ (usando la expresión de Peter Slöterdijk) designa el trabajo de desmontaje de ese yo-falso-rector-de-la-realidad. Es una forma de mostrar zonas de afinidad entre la postura de Dôgen y escuelas de pensamiento occidental como las de Michel Foucault o Jacques Derrida.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Alberto. Este tipo de aclaraciones ayudan al entendimiento pues para mí la metafísica, o mejor dicho, el ámbito del conocimiento metafísico excede el ámbito de la naturaleza, del devenir. Este conocimiento metafísico es el que nos permite aprehender las cosas tal como son, es decir, en su pura esencia, en su talidad. Este conocimiento metafísico no es captable por la razón sino por lo que en el Hinduísmo, y también en el Budismo, es una facultad supra racional conocida como buddhi, intuición intelectual pura, el noûs de los griegos, el ojo del corazón de los sufis y también de los hesicastas de la Iglesia de Oriente, una facultad supraracional que justamente es "despertada" por las distintas técnicas espirituales: zazen, la recitación de los mantras, la recitación de la Oración del Corazón de la Iglesia Oriental, el dhikr islámico, y también aunque hoy ya se desconoce la técnica, por la recitación del Rosario en la Iglesia Latina.

    ResponderEliminar
  3. Lamentablemente desconozco completamente el pensamiento de Foucault o de Derrida y eso me limita para hacer algún tipo de aporte para la comprensión de las interesantes temáticas que estás tocando en tus posteos sobre el Zen.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  4. El aspecto filosófico nunca es el más importante. ¿Por qué interviene entonces? En materia de Zen, el "modo de decir" viene siempre después del "acontecimiento" (o sea del zazen). Cualquier discurso puede servir potencialmente para decir algo. El Zen no aspira a quedar inédito sino, todo al contrario, quiere decir algo de lo que ocurrió. Una poesía puede ayudarlo, un texto filosófico, una observación del clima. Y también puede ayudar el intento de concordancia que tú estableces en tu comentario sobre formas de despertar. Ahora bien: tanto en tu caso como en el mío, luego de establecer un puente entre dos fenómenos es importante desarrollar la argumentación (estamos hablando de hechos que, directa o indirectamente, nos es dado observar). Es obligación de quien se mete en este tipo de honduras.

    ResponderEliminar