martes, 19 de junio de 2012

Zen 1. (d) ¿Es budismo? ¿Es japonés?




En ningún caso intento referirme al “Budismo Zen”. A cambio, busco centrarme en lo que, con más exactitud, convendría llamar “Zen japonés”. Si, Zen japonés: una síntesis que desde los siglos XIII al XX fue madurando en el archipiélago nipón de forma inédita y, como algunos (pocos) fenómenos universales de aculturación exitosos, de un modo parcialmente irrepetible. Una amalgama bien cohesionada de elementos procedentes de India, Tíbet y China, según los comentaristas suelen señalar con acierto. Aunque también (y esto, en cambio, casi nunca lo aclaran) reorientados de forma intensiva gracias a aportaciones procedentes del Shintoísmo y otras corrientes naturalistas, las cuales ya existían en el archipiélago japonés cuando irrumpió el Budismo, vía China y la península de Corea, hacia los siglos V y VI.

De forma que el apelativo “Zen japonés” se aplica intencionadamente, sin rehuír polémica. Intenta tomar distancia con respecto a otro término, todavía muy frecuente, “Budismo Zen”. Este me parece defectuoso y digno de discusión, por dos motivos que paso a explicar.

(a) El concepto “Budismo Zen” (divulgado en Occidente por el pensador japonés Daizetsu Suzuki en la primera mitad del siglo XX y, desde entonces, repetido una y otra vez por numerosos comentaristas) considera al Zen una rama del Budismo. Nutre, así, la tenaz costumbre occidental de considerarlo un fenómeno perteneciente al campo religioso ya que, a su vez (al menos desde la publicación de la Encyclopédie por los filósofos franceses ilustrados), el Budismo suele ser asimilado a lo que la tradición europea mediterránea denomina “Religiones del Libro”: Judaísmo, Islam y Cristianismo, procedentes de escrituras en parte comunes, monoteístas y con similar vocación al intervencionismo socio-cultural. De modo que en Occidente decimos que el Budismo constituye una especie de “sabiduría” colindante con lo religioso, cuando no con lo sagrado. A un occidental suele costarle separar lo espiritual de lo religioso, ya que (según insistente enseñanza recibida en la cuna compartida de la sagrada escritura) la religión re-liga lo profano (o sea a nosotros, seres de este mundo) con lo sagrado (instancia considerada exterior, superior y aceptada como un hecho que no necesita demostración). El punto de vista de este libro consiste en afirmar que el Zen:
-       es un ejercicio espiritual independiente de lo religioso,
-       que expresa una práctica siempre atenta a mantenerse a distancia prudente de lo institucional,
-   y que desarrolla un pensamiento potencialmente capaz (según personas y periodos) de conseguir lo anterior sin por ello negar su asentamiento histórico en el Hinduísmo, Budismo, Confucianismo, Shintoismo, etc.
Es parte del malentendido mencionado que, leyendo historias relatadas por libros chinos o japoneses, nadie crea que los patriarcas antiguos hablan en serio al decir cosas como: “si Buda se cruza en tu camino, ¡mátalo!”; o cuando sugieren limpiarse el trasero con alguna escritura sagrada, después de la descarga. Se plantea entonces un problema: el Zen acaba siendo tomado por muchos como lenitivo religioso ¿en clave de fábula, de metáfora, de alegoría?, con el resultado de una edulcoración del ya leve uso social que se hace del Cristianismo en “tiempos de miseria” como los presentes, por citar un ejemplo cercano y urticante.

(b) El término “Budismo Zen” tiende, además, a ignorar el componente nativo (shintoísta, mágico, pagano, ajeno a las instituciones) propio del Zen, el cual resulta menoscabado, o directamente ignorado, en muchas versiones que llegan a Occidente. A veces se piensa, con alguna razón, que esta podría limitarse a ser una discusión interna religiosa nipona. Porque es cierto que el estamento budista nobiliario se apoderó de cierto Zen (sobre todo en su versión rinzai) allá por el siglo XIV, desplazando a la “religión folklórica” (re-calificación a la baja del Shintoísmo, todavía en vigor). Pero ocurre que, desde entonces, rinzai-shu (“la religión rinzai”) intenta no renunciar a su prominente posición, aún a riesgo de transformar su ilustre herencia en pieza de museo (como piezas de museo están pasando a ser los famosos y significativos jardines secos japoneses, los kare-sansui, que ornamentan hermosos templos rinzai de Kioto y otras ciudades de Japón, gracias al patrocinio de grandes multi-nacionales electrónicas, según consta en los carteles indicadores y otras infografías. El riesgo es real: se torna evidente que esta visión abstracta y esteticista de cierto Zen dominante a menudo absuelve a sus seguidores de cualquier práctica concreta. Para ciertos patriarcas contemporáneos, la crisis del Zen en el archipiélago nipón estaría ligada a su pérdida de libertad a manos del budismo más institucionalizado (y acaso más adocenado).

1 comentario:

  1. muy interesante tu entrada, la verdad en estos momentos estoy muy interesado en la meditación, por que ahora es un buen momento para mi,sin sufrimientos recientes y quiero reforzar mi mente ahora que estoy relativamente bien y así estar preparado para cuando vengan las inevitables desgracias de la vida.
    Muchas gracias por todo lo que pones y un saludo para el blog!

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