En el Yoga de los inicios, el Zen encontró una metodología propicia para
desarrollar su propia experiencia. No en vano Yoga quiere decir “yugo”, “unidad”,
“montura”, “arreo”, “doma”. Es un término que, si no se manipula con cuidado,
acaba realizando lo que literalmente evoca: el sometimiento de un animal y, por
aproximación, el de la parte “baja” de lo humano por una supuesta parte “alta”. Sin
embargo, aparte la certera visión fisiológica del Yoga, el Zen japonés no
acepta dividir a la persona por "zonas" de desigual dignidad. Más bien se
comporta como un "heredero", tal como lo concibe el filósofo francés Jacques
Derrida: recibe obediente la dote para, a continuación, reasignar su destino
y su modo de empleo.
Veamos primero la dote:
--- En la cultura espiritual
de la India, el Yoga sin duda constituyó una contribución histórica crítica. Puede
decirse que tuvo una postura belicosa contra la cultura india de la época (estamos
hablando probablemente de 2500 años antes de Cristo). En respuesta, fue atacado
por el Hinduismo de esa época por una acumulación de reproches como los
siguientes: valoración materialista de las cosas, oposición a la
intelectualización de la vida, desdén por la metafísica. Y también por mostrarse
contrario a la magia y al chamanismo, cuando en cambio el Hinduismo los aceptaba,
como parte de su respuesta al enigma insondable del futuro y de la supervivencia.
En el medio cultural del sub-continente indio, que entendía "la existencia" como afincamiento
de lo humano en lo espiritual, precisamente en ese medio el Yoga exhibió el dinamismo
de un cuerpo en acción. No es de extrañar que
lo consideraran "materialista" (probablemente lo haya sido desde el punto de
vista de la metafísica hinduista que lo criticaba).
--- Por otra parte, el legado
del Yoga fue sumamente valioso, fundador, ya que constituyó una 'háiresis'
(término de la filosofía griega pre-platónica que designa un estilo de vida). En
el caso del Yoga, háiresis se traduce en metodología práctica: ascesis y
meditación.
El Yoga contribuyó a una identificación más certera del estatuto de la persona humana. Podría decirse que ha sido, en la cultura oriental, un elemento decisivo de singularización, en contextos en que la persona era concebida en exceso como parte de un grupo, rebaño, tropilla o conjunto, quedando reducido el individuo, de manera indiscernible, a parte anónima del todo indestructible. Algo hay muy propio de la dinámica del Yoga: negar todo organicismo, a fin de singularizar mejor. Lo consigue proporcionando instrumentos para que cada uno busque un tipo de “salvación” personal, concebida como unidad consigo mismo y con el mundo exterior.
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