viernes, 24 de febrero de 2012

¿Un Zen prometeico? (5): Vivir despierto

Sin resignar nada del misterio de la vida y de lo que conlleva de impremeditación, sorpresa y asombro ante lo inesperado, el Zen no deja de incentivar en nosotros una actitud eminentemente práctica, corporal, proactiva. El Zen se presenta como una iniciativa radical del hombre en busca de su presente (como momento oportuno en que vivir) y de su lugar en el acontecer inmediato (como punto en el que concretar cada detalle de su biografía).
- Por eso, al "dejarnos ir" estamos diciendo que sí a un dinamismo vital que nos supera y a cuya zaga corremos, tratando de averiguar en qué consiste y cómo podemos estorbarlo lo menos posible.
- Y lo que de nuestra vida, en cambio, "premeditamos" es la preparación (lejana y próxima) ineludible para que el río indefinible de vida acarree sin extenuarse el bulto flotante de la persona, haciendo que esta "pese" lo menos posible, tanto por fuera (en cuanto físico que flota) como por dentro (en cuanto a disposición mental que se desliza suavemente). Llamo "dimensión prometeica" del Zen a esa sutil combinación de preparación voluntaria exhaustiva para la vida en la que ya estoy involucrado (sin esperar nada de afuera y sin demorarme un instante) y de dejación progresiva para que mis circunstancias "se vivan" solas en mi persona (zazen es makusa, "no hacer nada", como va comprobando el practicante). A eso le podemos llamar dimensión prometeica del vivir despierto. Constituye al mismo tiempo una visión, una intención y una devolución.

1) EL ZEN ES UNA VISIÓN. En el mundo antiguo, ¿quién "creaba valor" sino los dioses? La catalogación y ponderación de cada cosa dependía de las divinidades del firmamento (por ejemplo: los códigos morales) o de los becerros de oro que el hombre fue forjando para calmar su miedo a perder control de las circunstancias (por ejemplo: la casuística para acomodar los principios universales a mi excepcional requerimiento). El Zen anula todo Olimpo y le exige al hombre que haga uso pleno de su libertad, sin plantearse recurrir a cualquier entidad exterior (mundana o extra-mundana). El hombre es hombre recién cuando descubre y desarrolla las dimensiones de su existencia (físicas, cognoscitivas, espirituales) a tal punto de organizar, para si, una vida libre de ataduras intelectuales e institucionales. El Zen estimula el apetito de libertad de la persona. Quita el miedo a ser libre, desarrollando el espíritu de experimentación. Diógenes de Sínope decía dedicarse a "cambiar el valor" de las cosas, adecuándolo al veredicto de su propia experiencia de urbanita autónomo. Por otra parte, la libertad personal, cuando es verdadera, aleja a la persona de cualquier soberbia intelectual o del egocentrismo.

2) EL ZEN ES UNA INTENCIÓN. Para el Zen, el hombre es un ser intencional. En ese sentido, hace cierta la aseveración de Protágoras de que "es la medida de todas las cosas". Tanto más "buda" (bodhi: despierto) resulta el hombre cuanto más ejercita su libertad: tanto más despierto cuanto más "inteligente" -kufu- es su práctica y mayor el uso de su imaginación para "diseñar" (zu) la orientación de su camino. La división prometeica del Zen consiste en encarnar la divisa de Baruch Spinoza: "el hombre lo puede casi todo"...desde su cuerpo, con su cuerpo. El Zen traduce esa dimensión prometeica en una característica singularidad, apoyándose cada vez más intensamente en factores internos (el dinamismo vital, la respiración, la mente), volviéndose cada vez más independiente de cualquier factor externo. ¿Cuál es para el Zen el instrumento de estabilidad emocional que hace posible lo que a alguno pudiera parecer una hazaña titánica? Para el "hombre corriente (bonbu: no aclarado, no involucrado en una práctica como el zazen), la estabilidad siempre depende de factores externos: el entretenimiento, la sociabilidad sin compromiso, las drogas, legales o ilegales, y un largo etcétera. Para el caminante en proceso de despertar, en cambio, lo que equilibra, alimenta y divierte es el descubrimiento del verdadero ser: de su potencialidad (siempre mayor a la imaginada), de su capacidad de acción y de creación (predispuesta a mejorar), del carácter inagotable de la vida de que es portador el protagonista de esta historia, cada uno de nosotros.

3) EL ZEN ES UNA DEVOLUCIÓN. Según el Zen, la persona "se realiza" cuando descubre y desarrolla su potencial personal. O sea cuando entiende su completa inter-dependencia (deja de ser "rey de la creación", como Adán, para pasar a ser "bailarín cósmico, como Vishnu). Y cuando zafa de la conformidad intelectual, del egoísmo y de cualquier tipo de violencia. Al devolvernos a nosotros mismos, el Zen nos devuelve al acontecer del cosmos.

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