sábado, 28 de enero de 2012

El sentido del haiku (2), por Gabriel Caldirola

SENTIDO SENTIDO

2.1 Sentido común
El sentido común, para que tenga lugar el haiku, se trastoca, pero no por ello se vuelve “especial”. El haiku no es especial, su propia retórica de simpleza quiere ser “no especial”, teniendo por efecto una escritura que dice como si nada. Dōgen, patriarca del Zen Sōtō, describe su práctica con la expresión (acuñada por su maestro Rujing) shikantaza, que quiere decir “sentarse simplemente”. Del haiku podría decirse: “simplemente anotar”.
Estos breves poemas escritos al paso no quieren decir mucho. No quieren decir nada de más. O no quieren decir nada de nada, si “decir” significa fijar a las cosas un sentido que las coloque bajo su coto. El carácter acotado del haiku, al contrario, busca dejar decir el asombro del instante, para lo cual, asomado al reborde de una escucha muda, se queda sin dejar del todo de decir breves palabras sentidas. Esa emocionada brevedad no desdeña del sentido común de las palabras utilizadas, aquél que deja ver en ellas la pátina ocre, gastada, que el tiempo y el uso ha ido adosando a su dibujo sonoro, pero encuentra, en la frescura anonadada de la experiencia presente, la tonalidad singularísima que su expresión solicita. La lectura de un haiku pide que, al dorso de la renovación inventiva de su sentido, atendamos, en el modo de una “creadora apropiación”, al sentido común que lo respalda.
Por su parte, el haijin no parece tener mucho sentido común: anda bajo la lluvia, duerme a la intemperie, come poco, muy a menudo se encuentra en la luna. Ya que su oficio es de tiempo completo, el sentido de su vida, tal vez, como el de sus poemas, no convenga entenderlo como el sin-sentido que atribuiríamos sin más al comportamiento absurdo de quien encasilláramos en la categoría de lunático. Más bien, de nuevo, habría que entenderlo como “fuera de sentido”, siempre que el “sentido”, entendido como cepo semántico, al relajarse, pueda dar lugar al que llamamos un sentido sentido: actuar, en el caso del haijin, no según el sentido de una lógica convencional sino según lo que dicte el propio sentido, es decir, según se sienta que debe actuarse.

2.2 Con sentido
Hacer algo “con sentido” denota una cierta inteligencia, que no involucra un raciocinio sagaz sino más bien la disposición que facilita la ejecución de alguna cosa. Se dice, por ejemplo, “leer con sentido” igual que como se dice “aguzar el sentido”. Ese “sentido” al que aluden estas expresiones denota un conocimiento del orden de la intuición, un “darse cuenta” en el que se resuelve la observación atenta. La visión clara que proporciona un ojo despierto (y que el budismo ha llamado prajñā), permite al haijin notar, en el ensamblaje del instante, los elementos que, según su arte, anotará en un haiku escrito, así, “con sentido”. “Con sentido” no quiere decir, tampoco, “con consciencia”. Al contrario, para el ejercicio de esta visión clara hace falta abandonarse, más bien, a cierta inconsciencia que Giorgio Agamben llama “genial”. Abandonarnos a “nuestra vida en tanto que no nos pertenece” , dice Agamben, nos coloca en una situación de “intimidad con una zona de no-conocimiento”. Es una práctica “en la cual el Yo, en una suerte de especial, alegre esoterismo… testimonia incrédulo su propia e incesante disolución”. Si lo “genial” es, como lo define el filósofo italiano, aquello que, “en nosotros, nos supera y excede” , entonces podemos decir que el sentido del haiku es genial, en tanto no le pertenece, en tanto se deja saber siempre más que sí mismo.

2.3 Perder el sentido
“Perder el sentido” es una manera de decir, llanamente, “desmayarse”. De a poco se van delineando las aristas que contornean nuestro “sentido”. En este caso, la expresión alude al cuerpo, además de a la conciencia. Alguien que está “sin sentido” es alguien desmayado o inconsciente. Se dice “sentir sed” pero también se dice “sentir dolor”. “Sentido”, así, se traslada entre (o pone en contacto) cuerpo y mente, lo sensible y lo inteligible. Se desplaza entre opuestos, oscila en un “entre” que no llega a reunir los polos contrarios en un tercero inmóvil o en una “significación superior” . En este sentido, hablamos de un “medio” en equilibrio:
“No pertenece/ ni al alba ni al ocaso/ (flor del melón)” (Bashô)
“Sombra en los árboles/ y la mía que oscila/ bajo la luna helada” (Shiki)
En el haiku, la función de lo difuso (la niebla) no es eliminar los contornos sino ponerlos en con-tacto . Jullien, aludiendo a su etimología, define el “qi” como “lo que atraviesa y hace comunicar el mundo en su completitud” . Pero es necesario notar hasta qué punto esta comunicación, que pone en contacto todas las cosas, el haijin la siente en carne propia: en su poema late el sentido de esa experiencia viva. Declara Michitarō Tada: “La idea japonesa del ki, tal vez, haya sido demasiado subsumida por el universo del lenguaje. El universo del lenguaje está tan centrado en lo abstracto que la palabra ki se ha convertido en una palaba que circula sola, de manera independiente y sin anclarse en el cuerpo humano concreto, como debería ser” .
“Mu, mu, mu/ (emerge de a poco/ la vaca de la niebla)” (Issa)
“Voz de campana,/ enredada en la bruma/ del alba” (Bashô)
“El durazno/ parece flotar/ en el río brumoso/ de la primavera” (Issa)
“Río entre brumas/ Taloneo el caballo/ Escucho el agua” (Taigi)
La lengua de la poesía sabe la levedad de la bruma, su húmeda indiferencia. Lo que dice Tada nos permite distinguir la naturaleza del ki de lo que, en la tradición filosófica occidental (en particular, en el neoplatonismo), ha sido la tiniebla divina, imagen inmaterial del Dios oculto. Al respecto, son oportunas las palabras de Huineng, maestro del Chan chino, cuando dice: “no es el viento el que se agita, es vuestro espíritu”. Algunos haikus parecen dar cuenta de esta sentencia:
“¡Qué brusco es el viento/ que empuja a tan bella/ mujer,/ tan enojada!” (Kyôrai)
“El que vende abanicos/ va cargado de viento,/ va acalorado” (Kakô)

2.4 Fuera de sentido
Retomando lo que se dijo al inicio a partir de las palabras de F. Jullien, el camino no tiene sentido, pero tampoco (y aquí vale aplicar la lógica hindú de neti neti —ni, ni), no no tiene sentido. Ni tiene sentido, ni es sin sentido: está “fuera de sentido”. ¿Cómo entender, entonces, el “sentido” que hemos llamamos, de manera doble, sentido? Precisamente, se trata de un “sentido” que, disuadido de opacidad semántica, alcanza cierta transparencia para dejar ver a través de sí. Se trata de un sentido entendido, como lo hace Jean-Luc Nancy, en cuanto que no significa, en tanto “es anterior a toda significación, en cuanto pre-viene… todas las significaciones, a tal punto que las vuelve posibles .
Estamos en condiciones de retomar una cuestión planteada en el apartado 1.8 de la sección anterior para expandir ahora su alcance. Vamos a valernos de palabras que usa Jacques Derrida para tratar a (la “estructura intratable” de) la metáfora. Hacíamos referencia, en nota al pie, a la distinción entre palabras “vivas” (huo-chu) y palabras “muertas” (su-chu). En polémica con Paul Ricoeur, Derrida habla de “metáfora viva” y “metáfora muerta” o “extinguida”. Esta última, dice, responde a un “proceso de la metaforicidad” entendido en un “esquema del desgaste” como “erosión, empobrecimiento o extenuación”, como “devenir-usado o devenir-gastado”, en suma, como “agotamiento” . Esta interpretación de la metáfora responde a una concepción que conecta “la pareja metafórica de lo propio y lo figurado” con “la pareja metafísica de lo visible y lo invisible” comprendiendo “a la metáfora como transferencia de lo sensible a lo inteligible”. Ahora bien, para Derrida, y a medida que nos acercamos a la resolución del enigma del sentido, la “metáfora viva” (como nuestro “sentido”) es mudable, pero no según el movimiento de una transferencia unívoca (esto significa esto otro, me mudo de un sito para instalarme en otro) sino como una constante re-locación (dijimos del haijin: es nómade, no tiene domicilio fijo), en cuanto ésta es viable, transitiva y transitoria, deambulante, flexible, inestable.
Al “valor de desgaste” Derrida opone un “valor de uso”, lo cual hace posible comprender el sentido profundamente profano del haiku. “Profano”, según Giorgio Agamben, es aquello que es restituido “al uso común de los hombres” . Un “uso especial”, aclara Agamben, “que no coincide con el consumo utilitario” sino, podríamos decir, con el terreno de la experiencia, donde el sentido, para ser, debe ser sentido. Gracias a su arte, el haijin sabe usar las palabras . Cuántos caminantes habrá habido que, recorriendo sendas similares a las de los haijines, no supieron usar las palabras del modo adecuado para dar cuenta de una experiencia muda. De ellos, ¿podemos decir que no ha quedado huella?
“No quedan huellas/ de aquel que entró en el bosque/ siendo verano” (Shiki)
Según Octavio Paz, el haiku es “ejercitarse en el arte de despedirse” . ¿Retirada, también, o despedida de un sentido habitual, desgastado, que el haijin, haciendo buen uso de la palabra, abandona para restituir, vivo, nuevo cada vez, un sentido sentido al hilo de la experiencia?
“Sentido” tiene varios sentidos, e incluso designa esa variabilidad. Para estudiarlo, la semántica lo separa en amplio, estricto, figurado, propio, etc. Salir del sentido “con sentido” será, en la experiencia del haijin, lo que Nancy describe como “hacer lugar a un exceso del sentido por sobre todo sentido apropiable” . Sentido sentido es más que sentido. Y también, como veremos a continuación, su demorada anterioridad.

2.5 Pudor de sentido
Se dice “lo siento” para excusarse, para pedir disculpas, como cuando alguien dice: “siento molestarlo”. En el haiku podemos diagnosticar lo que hemos dado en llamar un “pudor de sentido”. Para hablar desde el silencio, hay que saber escuchar, esto es, dejar (de) significar:
“Abre el oído,/ somételo/ al silencio de las flores” (Onitsura)
La escucha, el silencio, prevalecen, entonces, sobre lo que se piensa o se dice.
“Vengan a refrescarse,/ espíritus flotantes,/ sin pensárselo tanto” (Shiki)
Este decir sin decir (o decir “fuera de sentido”) no quiere clausurar un sentido porque entiende que es en lo abierto donde el poema tiene lugar. Lo señala Alberto Silva: “la poesía es intemperie y el poeta vive a la intemperie” . Lo abierto, lo vacío o lo vaciado (lo aireado, lo espaciado, la anti-condensación que, según R. Barthes, caracterizan a estos breves poemas ), se presentan como posibilidad de actualizar una experiencia. Lo que en el apartado 1.5 fue definido como “vacaciones permanentes”, esto es, el ejercicio de una vacancia que es necesario realizar una y otra vez para hacer lugar a cierta disposición o disposicionalidad anímica, equivale (desde otro ángulo) a lo que aquí llamamos “pudor de sentido”. Para hacer lugar a un sentido que es sentido cada vez, el haiku se mantiene reservado, en constante retirada. Sabe que el más mínimo gesto puede resultar excesivo, una sola palabra de más puede ser redundante, un sonido equivocado puede obturar la apertura de la escucha silenciosa. Anterior, por lo tanto, a la plenitud del sentido, un “todavía no” se vuelve la condición de posibilidad del poema.

2.6 Sentido sentido
“Ni risa,/ ni llanto:/ geranios” (Ransetsu)
Recapitulemos: hemos dicho que el sentido que buscamos es tal que de él no puede decirse que tenga sentido ni que no lo tenga. Por eso, dijimos, se encuentra “fuera de sentido”. Pero también hemos visto cómo, liberado así de un sentido que por habitual, gastado, unívoco, estático, anquilosado, etc., funcionaría como cárcel semántica, descubrimos un sentido que sólo es en tanto es sentido, respaldado por una experiencia viva. Así llegamos a lo que denominamos sentido sentido, expresión aparentemente tautológica: lo que el predicado aclara no es sino una explicitación del sujeto, ya estaba contenido en él al modo de una proposición analítica.
Ni propio, ni figurado: sentido. Esta denominación, que quiere expresar una holgura, una disponibilidad de sentido que no sea obturada por ningún significado, deja oír, por un efecto de resonancia, las variadas connotaciones que la palabra atraviesa en la errancia de su polisemia. Ella pone en contacto, traspasándolos, todos los pares de opuestos. Exceso de sentido, apertura del sentido al sentido, sentido que se siente: sentido sentido.

CONCLUSIÓN
La pregunta por el sentido del haiku condujo la búsqueda más acá y más allá, fuera del sentido : antes de que sea instituido y después de él, en su exceso. Con la noción de “sentido sentido” no se encontró una respuesta que llegue a obturar la pregunta inicial. Más bien, ella vino a dar cuenta de que la re-solución de la pregunta se presenta como una tarea que debe ser asumida cada vez: puede repetirse la misma pregunta, pero se resuelve de manera distinta en cada ocasión, acaso porque el que se resuelve no es, en definitiva, sino el que pregunta. Para alumbrar esa resolución nunca definitiva (siempre potencial , en el sentido de una positiva apertura), la noción de sentido sentido ha mostrado ser fértil, en tanto supera lo que se presenta de diversas maneras como oposición entre lo sensible y lo inteligible, entre un sentido propio y uno figurado, etc.
¿Pero de qué manera el sentido sentido contribuye a superar esas oposiciones? Ya lo dijimos: no postulando un tercero inmóvil que venga a superar el dualismo con la identidad de lo mismo sino manteniendo el sentido aguzado en la inestabilidad de un equilibrio que se repone a cada paso. El sentido sentido pone en contacto a los opuestos, hace que se toquen, se sientan, se contagien hasta comprenderse como momentos distintos de un movimiento de vaivén, como zonas que conforman un entramado vivo.
El haiku nos permite, a través de su lectura, superar, de algún modo, la oposición entre lo sensible y lo inteligible que, según el filósofo Jacques Derrida, se encuentra a la base del pensamiento occidental. Esa superación, conviene aclararlo, nada tiene que ver con una operatoria conceptual o teórica. Si nos valemos, para dilucidar lo que creemos que es el sentido de esta poesía, en buena medida del aparato discursivo de la filosofía contemporánea de Occidente, es porque encontramos en él cierta afinidad con el ejercicio que la lectura de los haikus nos sugiere en la elaboración de una clave de lectura. Pero por supuesto, el acontecimiento poético del haiku no podría ser recíproco en el interés que el “pensamiento” (la teoría literaria, la filosofía, etc.) puede tener en él. La poesía no se interesa por conceptos, teorías, ideas. Si, a través de su ejercicio, la lógica de los opuestos se disloca, no es por el afán de una argumentación. Es sólo la resolución natural que ofrece una sentida atención a la experiencia de estar vivo. Y después, es pasar a otra cosa:
“Profundamente emocionado/ por seguir vivo/ Es hora de remendar mis ropas” (Santoka)

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