viernes, 18 de noviembre de 2011

Hanami nativo (2)



De pronto van llegando al blog referencias de celebraciones locales con motivo de la floración de todo tipo de plantas. En todos los sitios florecen habas. Porque, ¿sabían que la planta de haba produce hermosas corolas blancas o liláceas?: se estiran como labios sensuales hacia abajo. Sea como sea, en todos los prados surgen ojos avizores para que la maravilla natural suscite un asentimiento emocionado por parte del bicho humano. Estoy rodeado de personas que observan a su alrededor: ¡a espabilar y empezar a aprender!

La flor evoca un dispendio celebratorio hecho para durar poco. Como una fiesta, que puede torcer (bien) una vida, luego del jolgorio pasajero. Como un amor: cuando nos llega al tuétano, adquiere en nuestra vida una suerte de eternidad (aunque la relación no siempre alcance a durar toda una vida). Como los juegos poéticos, que duran lo que su elocución. Una floración es la coronación transitoria de la copa de un árbol o planta. Exhibe una belleza que se yergue en punta de pies: se estira y se estira hacia lo alto, tocando algún infinito con el borde de sus pétalos, durante largos días o por breves momentos. La floración interrumpe el curso paciente de la naturaleza: es como un grito en medio del silencio; o como un silencio que sosiega el ruido urbano y nos sume en una contemplación que no tiene nada de místico, salvo que mística sea la comunión profunda con la materialidad que somos y nos rodea.

Uejima Onitsura (上島鬼貫) fue un maestro importante del haiku. Contemporáneo de Bashô Matsuo, duró casi ochenta años, periplo bastante extenso para la época. Les debo un post sobre vida y milagros de este hombre crecido en los mismos parajes en los que yo residí en Japón, y que recorrí palmo a palmo en bicicleta o en auto (él iba caminando). Ahora sólo quiero detenerme en un notable haiku suyo que me recorre por dentro, con el "sonido bajo" (diría John Cage) de la circulación y del latido del corazón, en la cámara insonorizada ("anecoica") que de alguna forma se produce en nosotros durante el zazen. El haiku va de flores y dice sólo esto:

Abre el oído,
somételo
al silencio de las flores
順ふや音なき花も耳の奥 鬼貫
Shitagau ya
oto naki hana mo
mimi no oku

A veces es la flor misma quien nos advierte: ¿será que algún espíritu forastero habita la flor del haba, del lapacho, de la tipa llorona o del palo borracho? También sucede (a menudo) que el silencio de otro se abre en nosotros, nueva corola de inesperada bonanza y frescura.

2 comentarios:

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