RAIKI-SHAGI es otro texto capital de Junsei Yoshimi. Puede entenderse como Reglas de procedimiento en el arte de tirar. Se centra en la veracidad en materia de disparo. En caracteres romanos, el texto dice lo siguiente:
Sha wa shintai shûsen kanarazu rêi ni atari, uchi kokorozashi tadashiku, soto tai naokushite, shikaru nochi ni yumiya o torukoto shinko nari. Yumiya o torukoto shinko ni shite, shikaru nochi ni motte ataru to iubeshi. Kore mote tokkô o mirubeshi.
Sha wa jin no michi nari. Sha wa tadashiki o onore ni motomu. Onore tashikushite shikôshite nochi hassu. Hasshite atarazarutoki wa, sunawachi onore ni katsumono o uramizu. Kaete kore o onore nimotomurunomi.
La traducción propuesta es la siguiente:
En los giros (atari: contorno) corporales (shintai: cuerpo humano) hacia atrás y adelante propios del disparo, tacto y cortesía (rei) conviene que no falten (kanarazu: sin falta, seguramente).
Después de (nochi) haber asimilado la actitud interior y la postura exterior correctas, arco y flecha podrán dispararse (hassuru: emitir, irradiar) por sí mismos (onore) con total resolución (shinko nari).
Tirar de esa manera equivale a tirar con acierto (katsu: triunfar, ganar): sin discusión, ese es un disparo realizado (shiko-suru: ejecutar, crear).
Tirar es camino de la rectitud (tadashisa). Al tirar debes buscar tu propia rectitud. Es la propia rectitud quien realiza el tiro.
Cuando falles un tiro, no te resientas con el que acierta (katsu). Por el contrario, aprovecha la ocasión para seguir buscándote a ti mismo (motomurunomi).
Algunos aspectos reseñables de este texto denso e incitante creo que podrían ser los siguientes:
1) En las artes del zen, el cuerpo "comprende" (entiende y abarca) lo físico y lo mental. Es lo propio de las artes del zen: la unidad de la propia persona, manifestada en armonía entre la entidad biológica bien coordinada (OM) y la entidad raciocinante-emotiva (HUM), todo ello concretado en palabras (HA): como estas mías, como las de ustedes, como las de otros, las de todo aquel que se toma el trabajo de buscar en qué consiste el fondo de su existencia. En las relaciones entre mente y cuerpo "corresponde", entonces, que prime "sin falta" el buen hacer, el aplomo, el tacto, así como una constante cortesía para cederle al otro (el otro de la mente es el cuerpo; el otro del cuerpo es la mente) la primacía de una vida que se trata de bien vivir y de entender correctamente.
2) Como el lenguaje es secuencial, las palabras son consecutivas y estamos condenados a hablar de la unidad con la lógica de la dualidad. Decimos, por ejemplo, "la actitud interior y la postura exterior". En un punto (inicial) eso es correcto y necesario: la práctica del zazen busca desarrollar la una y la otra, con modalidades específicas: para lo físico, ejercitación sostenida (sadhana); para lo psíquico, colocación tenaz en el hilo respiratorio (zuisokkan). Pero en el curso de la experiencia, actitud y postura se producen de forma simultánea y pasan a ser caras de la misma luna (una luna que, en cada cara, es a la vez clara y sombría: ¡a ver si pescan este casi koan!). Cuando se vive la experiencia, las cosas suceden por ellas mismas. ¿La flecha se tira por si sola, como dice Yoshimi? La flecha irradia, emite, la unidad de la que forma parte: lo hace por ella misma, o sea fuera del razonamiento de causa (movimientos de un practicante) y efecto (disparo). Y lo hace sin ninguna duda, con total resolución, con tutti.
3) Antes de tener que ver con la puntería, el acierto del tiro tiene que ver con la actitud (esto vale para todas las artes conectadas con el zen, como el haiku: esta mañana recibí desde Córdoba un conmovedor mensaje de un poeta del haiku que lo deja patente). El acierto, según el zen, consiste en adoptar la postura-actitud correcta. Cada vez que hay unidad, hay acierto. "Cada vez" significa, como dice Dôgen, uji ("mientras tanto": esa es su definición de "tiempo", ¿qué me dicen?): en tanto y en cuanto estoy en la unidad, mientras estoy en la unidad, no me queda otra que acertar. Y acertar es "ganar". ¿Ganar qué? Ganar el juego o torneo de la propia vida. Es la realización (término que tan a menudo se abstractiza y dejamos de sentir qué significa). Es un disparo realizado: vale decir despierto (buda: atento, espabilidado, plenamente consciente) y adecuado (hoben: medio proporcionado al fin perseguido).
4) Todo lo demás se nos da por añadidura. Si nos situamos en el ámbito de la unidad, las cosas van ocurriendo. No es que "las cosas se hacen solas". Las hacemos nosotros. Pero nos volvemos capaces de afiatarnos a la "facilidad" (espontaneidad, sencillez) de las cosas, tal como naturalmente son. Y esas cosas que ocurren son "buenas". No es que todo sea rosa, happy end, fácil. Todo adquiere el tinte, el tono, la vibración, la contextura de nuestro impulso vital. Todo nos sucede de acuerdo al nivel de humanidad al que aspiramos (y al que, siempre de forma provisoria, nos alzamos, como dice el poeta Yves Bonnefoy). A veces embocamos en el centro del blanco, como el padre de Guillermo Tell. A veces le erramos como a las peras. Pero siempre estamos apuntando al corazón del asunto. Porque siempre ubicamos el centro de nuestra vida en la unidad de nuestro ser. Y para una persona así, éxito y fracaso no son otra cosa que ocasiones de aprendizaje, de nueva y renovada búsqueda (¡y encuentro!, no olvidemos) de lo mismo.
¿Seguimos otro poco mañana?
viernes, 28 de octubre de 2011
Zen en el kyûdô (3)
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