viernes, 28 de octubre de 2011

Zen en el kyûdô (2)

SHAHO-KUN (Principio del disparo o lanzamiento) es un texto del maestro Junsei Yoshimi que circula entre practicantes de kyûdô, quienes lo recitan en japonés (sospechando la importancia de su contenido, aunque no siempre teniendo a mano la traducción de lo que recitan).
Transcripto en escritura romana (romaji), el texto dice así:
Shahô wa, yumi o izushite hone o inukoto mottomo kanyônari. Kokoro i sôtai no chûo ni oki, shikôshite yunde sanbun no ni tsuru o oshi, mete sanbun no ichi yumi o hiki, shikôshite kokoro o osamu kore wagônari.
Shikaru nochi mune no nakasuji ni shitagai, yoroshiku sayû ni wakaruru gotoku kore o hanatsubeshi. Sho ni iwaku tesseki aikokushite hi no izuru koto kyûnari. Sunawachi kintai hakushoku, nishi hangetsu no kurainari.


Una traducción posible del texto podría ser la siguiente:
No sólo realizas el camino con un arco sino, antes que nada, con el hueso o substancia de tu actitud sincera (hone: directo, abierto). Es lo que más importa en el disparo (irukoto).
Coloca la actitud (kokoro: corazón) en el centro del centro de tu cuerpo (hara: cuerpo medio). Empuja la cuerda con dos tercios del brazo izquierdo (yunde). Tira del arco con un tercio del brazo derecho (mete). Tu espíritu se hace uno con el cuerpo en armonía.
Desde el eje central de tu pecho, deja ir (shitagaeru: acompaña, obedece) la energía a derecha e izquierda, por mitades ecuánimes.
Como está escrito, un choque entre hierro y piedra provoca repentinos (kyunari) chispazos. De forma que (sunawachi: o sea) se hace presente (kintô: próximo) lo blanco (hakusho) de la luna yendo hacia el oeste (nishi), acompañada de su mitad (hangetsu) sombría (kurai).

Se tire al arco o no, se trata de palabras importantes: es un texto para desmigajar, sopesar y meditar detenidamente. Resume los principios del tiro y deja de manifiesto sus características. Permita el lector que las explicite brevemente en los siguientes puntos.

1) Kyûdô es un camino. En la doble acepción que el término adopta en el zen. Por un lado hôben (sánscrito: upaya), que designa el camino en cuanto serie de medios aptos para lograr el fin u objetivo propuesto. Un camino constituye algo concreto: consiste en dar pasos. Y hay que aprender y saber dar pasos. De allí una tejné, una técnica, unos procedimientos, unas reglas. Y por otro lado (y a la larga sin separación posible con lo anterior), el camino es (chino: tao) una actitud de vida: caminar por caminar, caminar para disfrutar de la acción emprendida, dejando de estar pendientes del final, de algún final posible. En este doble sentido, kyûdô es una rama florida del ábol del zen.

2) Entonces, tirar al arco es emprender camino. El texto Shaho-kun pone de manifiesto que la actitud interior debe presidir el comportamiento. No imaginen que la actitud "viene antes" de la acción o que es "causa" de ella. Mentalidad y técnica se interpenetran, se explican una a otra, se catalizan una a otra, asegurando que la persona esté todo entera en la situación creada por kyûdô: en cuerpo y alma.

3) La actitud se desarrolla (como siempre en el zen) en/por un cuerpo. Más concretamente en el hara o cuerpo medio, lo que conocemos como caja o jaula torácica, desde la pelvis a las cervicales. En la parte superior del hara se desarrollan dos funciones vitales para el zen, y entonces para el kyûdô: la respiración, que el practicante debe remansar, a fin de estar plenamente atento a la importancia y resonancia de la acción que está desarrollando; el latido de su corazón, ápice de su vida intelectivo-emotiva.

4) De forma que tu espíritu se hace uno en armonía. Esta frase crucial cabe entenderla en sus variados significados.
- Es la armonía la que nos hace uno. "Hacerse uno con las circunstancias", repite el maestro Dôgen sobre los fines del zazen o meditación sentada.
- Se refiere a la unidad de cuerpo y del espíritu. Kyûdô, veremos, es una actitud que se convierte en puntería.
- Se refiere al flujo de energía entre las partes superior y e inferior de hara; para que se entienda: desde la pelvis al corazón.
- Se refiere igualmente a la unidad de la persona con el arco, unidad del plano humano con el plano material, unidad entre el hueso y el bambú, fusión del plano de la ejecución con el de la "realización".

5) Con la energía bien repartida (por mitades en el kyûdô, según un eje vertical; de parte a parte en el zazen, según una figura esférica, dentro de la cual nos introduce el seguimiento de la respiración), al "hacernos uno" nos alzamos a la condición de humanos. Si, conviene insistir: no somos plenamente humanos cuando vivimos divididos. Esa unidad (conseguida de modo siempre provisional) nos torna humanos. Vale decir: no ángeles, tampoco animales, mucho menos semidioses. Sólo hombres y mujeres que "realizan" (vale decir, a la vez: que captan y que hacen efectiva) su doble condición: luminosos y sombríos.

¿Seguimos mañana?

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