No agrego nada si digo que solemos llorar de alegría. El llanto no se ciñe a revelar penas. Expresa igualmente cualquier forma de liberación. A menudo averiguamos algo profundo sobre la contextura de la realidad entreviéndolo con los ojos vidriosos de lágrimas, producto de una fuerte emoción. Por eso, la música se hace presente en los grandes momentos de la vida...y de la muerte, como en el caso del siempre impresionante Requiem de Mozart. Cuando la música no la tenemos a mano, buscamos una que nos diga, en su lenguaje sin palabras, algo sobre lo que (nos) está sucediendo. Así creo que percibe las cosas quien me envía el link de la Lacrimosa de Wolfgang Amadeus Mozart. Comparto sus palabras:
Alberto: Le escribo después de leer el blog sobre la música. No había pensado que se meditaba con música. Yo tengo la experiencia de una voz guiando la práctica, aunque tampoco tiene que ser necesariamente así. Pensando en el asunto, y ya que me encanta la música, me vino a la memoria la Lacrimosa de Mozart. Créame que no es para hacerme la paqueta, yo escucho de todo, pero ¿notó que lleva el ritmo como de una respiración? Por eso me acordé de sus palabras. Aquí le dejo una versión que me parece preciosa.
http://www.youtube.com/watch?v=G-kJVmEWWV8
Realmente impresiona la aptitud de la obra musical (y de esta versión en concreto) para seguir en filigrana el ritmo delicado, paciente, persistente de la respiración. Lo que nos da vida nos emociona: Mozart sabía un rato largo de esa continua conexión entre el arte y los modos del cuerpo, incluso al exaltar la muerte, como en este caso.
Lacrimosa dies illa
Qua resurget ex favilla
Judicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus:
Pie Jesu Domine,
Dona eis requiem. Amen.
miércoles, 10 de agosto de 2011
Zen, Mozart, reír, llorar, emocionarse
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