A poco que nos detengamos a pensar, advertimos que un concepto como el de estación (en japonés: shiki) constituye una formulación proveniente de la cultura tradicional. A diferencia de la actualidad, la sucesión de climas ocurría en el pasado de forma previsible (claro que con características lógicamente disímiles según latitud y longitud). Tanta regularidad permitió desarrollar la agricultura y, condición previa, sedentarizar el género humano (es lo que llaman la revolución del neolítico). Desde entonces, el concepto de estación constituye una trenza tejida entre dos dimensiones: observación del mundo natural y construcción de un mundo cultural. Lo anterior resulta especialmente llamativo en el caso de Japón, país que dedica todo un género estético a celebrar esta sucesión, ella misma parte de otra trenza paradójica: la que aparenta ir detrás de la repetición de lo mismo, pero de una forma que auspicie, cada vez, una emoción naciente y distinta. La cultura japonesa lo consigue jugando con las dimensiones de espacio y tiempo, de todo lo cual da cuenta fehaciente y exhaustiva la poesía del haiku.
Entre otras cosas, experiencia es todo evento que acerca y confunde los tiempos. Porque, ¿de qué estación tratan los dos poemas que siguen?
¿A quién le cuento
la pena de acabarse
el otoño? [Ryôkan]
行く秋の哀れを誰に語らまし 良寛
Yuku aki no aware wo tare ni kataramashi
Las piedras se acomodan
a su nuevo jardín
al caer
la primera llovizna de invierno [Shadô]
新庭の石も落ちつく初時雨 洒堂
Shin-niwa no ishi mo ochitsuku hatsushigure
Según la clasificación de haikus por estaciones (es el modo tradicional de ordenarlos), Ryôkan escribe en otoño, Shadô en invierno. Pero ambos evocan algo similar: hablan de un cambio que se produce de forma continua en el procedimiento de la naturaleza, consiguiendo cierto pequeño milagro que, si queremos, podemos atestiguar por nosotros mismos diariamente: el tiempo se disuelve en nuestras manos, como gotas de esa lluvia, y a la vez se encadena, mediante la mirada de un observador que restituye una continuidad (la continuidad de su experiencia, precisamente). Según la práctica sostenida de los hombres del haiku (haijin), invierno es tiempo de profunda absorción de la persona, de aguzamiento de la observación, cambiando la escala de lo que miramos: desde lo manifiestamente visible a lo únicamente (y a menudo difícilmente) perceptible. De lo manifiesto a lo recóndito.
El hombre actúa en consonancia con la naturaleza. El zen actúa en consonancia con el hombre que busca armonizarse con el mundo y su mundo. Por eso podemos decir que hay un zen para invierno, que se repone de tanto movimiento estival, al rescoldo de su intimidad, o sea acercándose al calorcito del corazón.
Atentos, entonces, aquellos interesados en el zen.
- Desde hace meses hay un grupo de práctica en marcha (cada miércoles 19.30-21.00), con las previsibles bajas y altas. Nadie es nuevo en el zen, nadie es sabio en el zen. El zen empieza cuando uno llega a él. Uno empieza el zazen cuando siente que se encuentra no diría preparado, pero si motivado. Interesados en incorporarse al grupo de práctica: manden un mensaje para hacerlo saber.
- Luego están los interesados en saber de qué se trata el zazen, degustando un poquito antes de tomar cualquier decisión. Para ellos hay una sesión abierta y con apenas contribución (10p) el viernes 15 de julio de 6 a 8pm.
- Y finalmente están los intensos, expectantes o desafiantes, aquellos que quieren una zambullida. Un intensivo de zazen está previsto para el sábado 6 de agosto, de 9 a 15 horas. Parece lejos, pero el tiempo pasa rápido y las plazas son limitadas. Interesados: escriban al mail del cartel o al mail del blog.
lunes, 13 de junio de 2011
Zazen, plato de invierno
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