Voy observando la escena japonesa después del tsunami/terremoto de Fukushima. Durante los primeros días, centré mi atención en des-construir (¡con tan módicos recursos como los de este blog!) la reacción oportunista de las mayores potencias nucleares (Francia, Estados Unidos) empeñadas en des-centrar la atención del tsunami y apostar por una hecatombe en la central de Fukushima I, dañada como sabemos por el tsunami (aunque no por el terremoto, dato no menor). Los días van pasando y ahora lo que preocupan son las secuelas del terrible acontecimiento: ¿cuánto peligro se mantiene? ¿cuán contaminados están los parajes y vecindades del epicentro de la ola gigante?
Un hecho cierto: productos contaminados por la radiación de la planta Fukushima I siguen siendo detectados en la prefectura, así como en hortalizas cultivadas en la zona. La pregunta razonable es cómo todo ello puede afectar la salud de la población de la prefectura. Los científicos no se ponen de acuerdo: ¿las personas expuestas a más de 100 milisieverts podrían acabar afectadas por cáncer? Así lo teme, entre muchos otros, el doctor Masayori Ishikawa, profesor del Departamento de Física Molecular Aplicada de la Universidad de Hokkaido, experto muy consultado en temas de terapias radioactivas. En cambio, un panel reciente de Naciones Unidas precisa que los actuales niveles de radioactividad en la atmósfera son tolerables para un organismo sano. Por su parte, el Instituto Japonés del Cáncer insiste igualmente en que, a día de hoy, los daños producidos por el nivel de radiación son menores a los que, en el organismo humano, por otros medios suele provocar el tabaco, o incluso la obesidad.
De todos modos, la pregunta central de la población pasa a ser esta: dado que el ciudadano corriente no sería capaz de discriminar la cuantía de los argumentos científicos esgrimidos, dado asimismo que, al fin de cuentas, será la administración japonesa quien determine las medidas más oportunas a tomar, ¿qué nivel de confianza merecen hoy las autoridades del gobierno? Sin ningún ánimo destituyente, lo cierto es que se levantan voces parlamentarias y ciudadanas pidiendo un debate a fondo, como medio de introducir en la opinión pública la pregunta política que muchos formulan: ¿merece este gobierno un voto de confianza, o de censura, por la forma en que administró la crisis de Fukushima? Como un eco lejano (y para evitar que puede encontrarse en situación parecida), la primera ministra Angela Merkel (hasta ahora muy poco "verde") ha decidido plegarse a una vieja aspiración de la población de su país: acaba de anunciar que para 2022 ya no habrá energía nuclear en Alemania.
martes, 31 de mayo de 2011
Fukushima y el futuro de la energía nuclear
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