jueves, 21 de abril de 2011

Haiku en la Feria del Libro, Buenos Aires 2011

El 29 de abril es feriado en Japón. Se trata del día Showa (昭和の日, Shōwa no Hi). Conmemora el periodo comprendido entre 1926 y 1989, inolvidable en lo más promisorio y también en lo más obscuro, como sabemos. Lo cierto es que actualmente, en Japón, esta efemérides marca el comienzo de uno de los periodos más populares del calendario nipón: la Semana Dorada. Se trata de una sucesión de festividades que celebran comienzos: de la primavera, del año académico, del año fiscal, de las excursiones de grupo, de la caza fotográfica al primer verde efímero del bambú...
Ese viernes 29, la representación diplomática japonesa en Buenos Aires, que participa activamente en la Feria del Libro, organiza entre 17 y 18.15 horas, en la sala Victoria Ocampo, una actividad centrada en el haiku y a la que me encantaría asociarlos. Sigue texto de la tarjeta de invitación, que puede adquirirse de forma gratuita, desde el lunes, en el Centro Cultural de la Embajada, Paraguay 1126, Buenos Aires, de 9:30 a 13 o de 14 a 17:30.

"La Embajada del Japón tiene el agrado de invitar a Ud. a la conferencia Haiku. Oficio de vivir, oficio de poeta, a cargo del escritor y poeta Alberto Silva, doctor en Letras por la Universidad de París.
Su última poesía publicada, Perros Calientes, ha sido galardonada por el Fondo Nacional de las Artes. Actualmente prepara la traducción de los Diarios Poéticos del maestro Matsuo Bashô".

¿Por qué lo japonés puede atraernos tanto? Aventuro dos respuestas, hermanadas, sucesivas.
Por un lado, los famosos do, caminos o vías (shodô, kyudô, sumie, ikebana, sado, kendo, kado, teien...) se ofrecen como prácticas minuciosas en sus pautas, progresivas en el alcance de su dominio. Son hôben (habilidades, instrumentos útiles) que se pueden hacer propios, asimilándonos a su vez a la forma cultural que ellos trasuntan. Es por eso que encuentran tantos seguidores en el contexto de una cultura inquieta y buscadora como la argentina: los caminos son escuelas de aprendizaje discernibles y atrayentes.
Hay otra cara de los do a considerar. Tales prácticas constituyen acontecimientos (diminutos o grandes, pero persistentes y continuos) que dejan como expectativa un salto hacia lo abierto, una modificación en nuestras vidas, dando paso a lo nuevo, que aquí es lo vivo. Configuran, por todos esos motivos, lo que en términos filosóficos y existenciales se llama una experiencia.
El haiku forma parte troncal de las dos dimensiones que menciono. Se ofrece como una retórica minuciosa y exigente. Y al mismo tiempo se muestra capaz de realizar (volver real) aquello que designa: la captura y fruición de un instante de vida. Es algo que saben muy bien numerosos cultores del haiku en Argentina, a quienes en lo personal desearía dedicar este acto.

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