Cuando se va apoderando de nosotros, el zen nos deja a menudo sin palabras. Podemos revisar las sabias y alimenticias escrituras japonesas, nunca dejaré de insistir en este punto. Pero ¿por qué no recurrir igualmente a textos que tenemos en las entretelas de nuestra cultura, que por ello "nos suenan" y que, sin que vistan la camiseta del zen, expresan con sus viejas palabras la novedad de lo que estamos viviendo, la vitalidad de lo que vamos encontrando. El hombre o la mujer del zen aman y detestan igual que los demás, gozan y sufren como todos. Sólo ocurre que de a poco descubren un lugar diferente, íntimo y cósmico a un tiempo, en la interioridad de lo profundo sin dejar de habitar la intemperie (como ocurre con Juanele Ortiz), desde donde presenciar y protagonizar la vida: desde ese lugar, gozar es gozar, pero es menos que mi toda-vida; sufrir es sufrir, pero es menos que mi vida-toda. Mi vida es total (y totalmente mía) cuando gozo y dolor se entremezclan en la verdad sencilla y desnuda de mis circunstancias aceptadas. ¡Díganme si Miguel Hernández (poeta de la Alicante campesina del primer tercio del siglo XX) no está expresando en su bello soneto esto que intento decir! Escribe el poeta y pastor de Orihuela (soneto 3 de "El silbo vulnerado", de 1934):
Gozar, y no morirse de contento,
sufrir, y no vencerse en el sollozo:
¡Oh, qué ejemplar severidad del gozo
y qué serenidad del sufrimiento!
Dar a la sombra el estrecimiento,
sí a la luz el brocal del alborozo,
y llorar tierra adentro como el pozo,
siendo al aire un sencillo monumento.
Anda que te andarás, ir por la pena,
pena adelante, a penas y alegrías
sin demostrar fragilidad ni un tanto.
¡Oh la luz de mis ojos qué serena!:
¡qué agraciado en su centro encontrarías
el desgraciado alrededor del llanto!
¿Es visionario el poeta, es un adelantado? Tal vez es tan sólo alguien que mira con valor, que combina observación e intuición, que busca (y consigue) expresar algo que no entiende del todo. Porque, y aquí de nuevo aparece la lírica, el cubano José Lezama Lima escribía por su lado lo siguiente (en "Sierpe de don Luis de Góngora", imperdible texto de 1939): la poesía se amasa de palabras descifradas tanto como incomprendidas. ¿Cómo no percibir que, mentando la poesía, Lezama se refiere más ampliamente a toda nuestra existencia? Nuestra vida se dice con palabras a medias comprendidas, a medias ignoradas.
jueves, 28 de abril de 2011
El zen convoca de forma inevitable a la poesía
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Dijo: "Cuando se va apoderando de nosotros, el zen nos deja a menudo sin palabras."... (cri cri cri)......... ¿Y entonces, se apoderó?
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