En buena medida nos caracterizamos por las relaciones que establecemos con los demás. Los lazos a menudo se inician por afinidades en nuestras respectivas búsquedas. A tal punto lo que perseguimos vertebra nuestra interacción que aceptamos que se difumine cuando conviene la identidad de los nombres, las creencias y los rangos de quienes intercambian conversando. Llegados al límite, estos podrían ser identificados con lo mínimo, por ejemplo un punto u otro signo ortográfico, un sonido, un gesto y hasta con elocuentes silencios. Así ocurre en el caso del carteo que hoy subo al blog. Tiene que ver con un tema que desvela a muchas mentes occidentales en relación con el zen: ¿en qué sentido puede el zen considerarse pensamiento (pensamiento de este mundo)?; ¿en que sentido, además, puede ser tomado como modalidad de lo que, en Occidente, se denomina pensamiento crítico?
Hola Alberto,
Quería agradecerte por la sesión abierta de zazen. Asistí con un poco de desconfianza porque un nuevo grupo y una nueva experiencia son situaciones que me suelen atemorizar. Aún asi, me sentí muy bien y me llevé un montón de cosas (entre ellas, descubrir partes de mi cuerpo que necesitaba acostumbrar a la quietud). Me gustó la forma en que transmitís la maleabilidad del zen, despojándolo del misticismo / hermetismo que se le adjudica en el imaginario occidental. Fue nuevo para mi cuando dijiste durante el zazen "concentrarse en el latido del corazón". Lo sentí como una forma de saberse vivo, de desnaturalizar el hecho de la propia vida. Algo más me llamó la atención especialmente y quería preguntarte al respecto. En un momento comentaste que el zen no se opone a la intelectualidad, o al "pensamiento crítico", como se sostiene generalmente. A decir verdad, no encuentro en qué punto pueden articularse el zen con lo llamado intelectual (que ha tenido desde siempre tanto peso en esta parte del planeta). Cuando me encuentro con el zen y la idea de "desprenderse de lo puramente racional", no veo forma de incluirlo como parte de mi vida y colocarlo junto a las ideas políticas y el pensamiento crítico, que conllevan a posicionarse ideológicamente ante los hechos del mundo. Es decir: ¿cómo articular la realización individual con la vida en sociedad y las formas de pensar la misma? Y ¿cómo "despojarse de lo puramente racional" analizando al mismo tiempo la propia existencia desde un lugar racional / intelectual? .
En fin, he dicho muchas cosas, pero sobre todo quería transmitir que me ha dado mucha alegría practicar zazen con el grupo y contigo.
Tu mail es hermoso y ahora atino a responder sólo una de las cosas que planteas con criterio. Te adelanto que no creo que todo esté dicho en lo que sobre ese punto te digo, ni mucho menos.
El corazón es vital para el zen. Hay mucha explicación posible desde lo emocional. Es un caso de clara connivencia entre lo que sucede (la experiencia vivida durante la meditación) y lo que uno tiene que decir al respecto (el lenguaje necesario para dar cuenta de esa experiencia). El recurso a la emotividad es ya un rasgo crítico propio del zen: de entrada no le convence el lenguaje únicamente especulativo. Reconoce que tal connivencia se consigue con esfuerzo: porque hay un hiato entre lo que pasa y lo que se dice en consecuencia. En eso el zen ya concita la simpatía de los que toman en serio a Martin Heidegger y a quienes en Occidente han seguido enriqueciendo la visión del lenguaje del pensador de Friburgo.
Pero el zen es eminentemente racional y no se de dónde sale eso que entrecomillas: "desprenderse de lo puramente racional". El zen no induce a desprenderse de nada; más bien enseña a "atravesar", a entender el envés y el revés de lo que vemos en una sola dimensión, la instrumental. Al contrario, el zen es generador de pensamiento. Simplemente ocurre que la razón del zen no es abstracta: su especulación abre espacio a las diferentes instancias que nos ayudan a conocer: lo que psicólogos recientes llaman "inteligencia emocional". O lo que, desde otro ángulo, Peter Slöterdijk designa como "pensamiento ad hoc".
Veo al zen como colmo del pensamiento crítico, una especie de ácido nítrico en las junturas de cualquier pensamiento adocenado (cuando se vuelve ajeno a la experiencia, hasta el pensamiento mas aguerrido se añeja y se pone rancio). Por eso el zen puede llevarse bien con los cínicos alejandrinos (como Diógenes de Sínope), o con el análisis en la versión de Jacques Lacan, o con la "experiencia interior" de Georges Bataille. Aquí está el problema que quiero plantearte. Estos ejemplos occidentales de pensamiento crítico (que ahora menciono a la rápida) constituyen "experiencias de la mente" sin duda apasionantes. Pero, a mi ver, el zen puede llevar las cosas todavía más lejos (Lacan empezó a entenderlo antes de morir; no obstante, lo que pasó con Lacan poco antes de su fallecimiento está un poco "secuestrado" por parte de algunos albaceas y difusores, en fin). Vuelvo al hilo de lo que decía: de suyo el zen es una "experiencia Om/Ah/Hum", cuerpo mente y palabra, todo de un saque. O sea la unidad de la persona, sin recurso a la razón razonante, ni a nada sagrado, ni a un más allá imposible de "falsar", para concluir hablando como Karl Popper.
Gracias por tu joven y jugada reflexión. Con todo afecto, Alberto
martes, 1 de marzo de 2011
El zen es pensamiento crítico: ¿qué otra cosa podría ser?
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