martes, 8 de febrero de 2011

Llega el momento del zazen

Zen es un espacio (mayor o menor) de conciencia destinado a conceder amplitud a "nuestra" existencia. Zen es un tiempo (más o menos prolongado) que de "nuestro" tiempo dedicamos a alegrarnos la vida. Así arranca el zazen en la vida de una persona: mediante una decisión libre y soberana, vale decir acometiendo una tarea que nadie nos pide (le llaman "práctica") aunque, al mismo tiempo, buscando enfrentar lo más profundo de nuestra existencia (le llaman "realización"), cosa que deseamos iniciar pero solemos eludir por temor, dejación o distracción, vaya uno a saber.
Pero a veces (uji) llega el tiempo (uji) de decir: ahora sí (nikon: kairós, el momento oportuno). Y uno da un paso concreto: dice/hace algo que acarrea consecuencias, se anota en una sesión, reconfirma su presencia, anuncia (aunque sólo sea a sí mismo, ¡y al que convoca, of course!) que verá de hacer eso que quiere y desea hacer. No significa que tenga todo claro. Ni en ese momento ni tras diez años de práctica. Lo que tiene que estar claro para cada uno es el "shin". Lo traducen como "determinación", o "firme determinación" (diríamos: determinación "con todo"). Lo podemos entender como un reclamo imperioso de vida, como un inapelable impulso del corazón. Luego, como dice Juan Gelman en un poema que esta semana me vino al recuerdo: "lo demás lo iremos arreglando".

El hecho es que muchos responden a la convocatoria de sesiones abiertas para fines de febrero (ver post anterior): el grupo del viernes está casi lleno; el grupo del sábado avanza a ritmo de sábado (ja: es una broma sin maldad). Lo importante en este momento son dos cosas:
- decidirse, por sí o por no (y reconfirmar si no lo han hecho);
- prepararse.

¿Prepararse cómo?
- Antes que nada, mentalmente: mirarse tranquila/o en una situación nueva, que para muchos sonará a desconocida. Descubrir la familiaridad con todo, incluso con lo nuevo. Ponerse en el lugar del aprendiz (aunque lleves años de práctica, ¿eh?). Prepararse emotivamente para un evento o acontecimiento. Sí, como el zorro de Le Petit Prince de Saint-Exupéry, que algún veterano como yo recordará. Entender que uno hace estas cosas en la expectativa de "que pase algo". Lo nuevo, lo vivo: ¿cómo no apetecerlo? ¿cómo no buscarlo?
- Y luego físicamente. Aquí hay varias tareas, que nadie puede hacer en lugar nuestro: ¿cuál es la mejor postura que soy capaz de sostener: zafu, almohadón, banquito, banco, silla, camilla, poltrona? Y luego: ¿qué ejercicios me harían falta para "aflojar" tal o cual parte del cuerpo (cervicales, dorsales, lumbares, pelvis, rodillas)? Desde ya observarse, como camino para habituarse a observar. Hay datos de nuestro cuerpo que ni nuestro médico conoce mejor que nosotros. Hay datos de nuestras emociones sobre nuestro cuerpo que tal vez ni siquiera conoce nuestro/a cónyuge. Uno puede prepararse comenzando YA ciertos ejercicios, breves, caseros, centrados en la observación de lo que molesta (y en la audición de lo que chirria): ese es el camino. Pero ojo: el camino es ahora, sin demora, inmediatamente. No como esas dietas que decido empezar "el próximo lunes", "el mes que viene", "cuando me sienta preparado anímicamente".

Perdonen el tono informal de estas reflexiones. El zen busca saltearse todas las formalidades y como un ágil carterista va directo al bolsillo para llevarse la billetera. O, como un despierto cirujano, que va directo al corazón para salvar a su paciente. Estoy hablando de la prontitud que debe acompañar al mencionado "shin", no de la catadura moral de una acción, ya me entienden.

Termino pidiendo que no se duerman aquellos que quieren participar en las sesiones abiertas. Para que los debutantes no se atemoricen, en una sesión de zazen es como en una playa nudista: no es de buen gusto espiar al vecino (uno puede estar solo, aunque rodeado de gente). En cuanto a los avezados practicantes, estos saben bien qué significa compartir la vibración de una sangha, un grupo de práctica con su clima especial. Estos también conocen que aquello que se escucha en un teisho ("hablar en la experiencia": plática previa a la sentada) de modo imprevisible puede impactar más que cualquier vez anterior, aunque parezcan (y sean) palabras archi-conocidas (no lo olviden nunca: el zazen no busca lo nuevo; el zazen busca lo vivo). A mi me digo lo de Borges: "cuenta la historia como si no la entendieras del todo". A ustedes les digo lo de Girondo: "escucha estos consejos como si te los diera una moldura". De modo que todo queda circunscripto al juego (muy serio) de la poesía.

2 comentarios:

  1. Me encanta este blog. espara seguirlo continuamente. Muchas gracias

    ResponderEliminar
  2. alberto, qué palabras tan alentadoras. voy a "ponerme en práctica" en las vacaciones para que mi determinación sea "al 100%" a mi regreso.

    saludos!
    lucía

    ResponderEliminar