Es un hecho que más y más personas se interesan por el zen. Al hilo de lo que van contando al acercarse, y sin pretender "clasificar" a nadie, percibo varias situaciones entre quienes quieren "ir a más" con su vida. Distingamos, por decir algo, entre "chicos" y "grandes".
- Muchos jóvenes ya advirtieron (tal vez lo temían de antemano y con alguna dosis de preconcepto) que de la religión ambiente y de las psicoterapias circundantes poco podrían esperar. Tampoco advierten, entre los adultos que tienen a mano, alguna capacidad notable para asumir riesgos con templanza, sin la cual aptitud ningún grande podría parecer "verosímil" a ningún chico. Es un dato de la vida que no cambia al sucederse las eras: ciertos jóvenes sospechan que "lo que cuesta vale" y están dispuestos al ensayo y al error, al seguimiento de algo que de entrada no ofrece una seguridad completa.
- La gente de más edad, fogueada en la vida social y profesional, culta y aplicada, quizá ha probado las mieles y las hieles de las religiones circundantes, o de las vías terapéuticas señaladas en cada periodo o cada moda. Y tal vez no ha encontrado lo que buscaba y le volaron plumas en el intento. O tal vez se atemorizó ante la tarea de enfrentarse consigo mismo y salió huyendo disfrazado de laico, de posmoderno, de new age, de descreído, de cínico, etc.
Así, la vida del espíritu no es para cualquiera. Lo que digo no implica elitismo alguno. Es precisamente lo contrario: ante el hecho espiritual, todos nos sentimos en inferioridad de condiciones. Nos sabemos pobres, desvalidos, indignos. Y sobre todo débiles: nos parece a primera vista imposible lograr esa plenitud con la que acaso fantaseamos. Y, porque somos débiles, más de una vez nos morimos de susto: lo primero que hay que saber sobre el zen es que a la vida real se le entra por el lado del miedo. Observo a mi alrededor y veo mucha gente que tiene temor, que no se atreve, y que luego reviste esa emoción (primaria y tan frecuente en todos), la transmuta digo en explicaciones, eufemismos, excusas. Lo primero que hay que saber es que zen es aceptar el miedo con el que vivimos, la desconfianza con la que nos sentamos, la incredulidad de ya ser Buda. Zazen es encararse con el miedo: aceptarlo, mirarlo a los ojos, saberlo parte de uno, y trascenderlo en el proceso de trascenderse uno mismo. No levitando o algo así; ni con ayuda psicotrópica. Sólo asentándose con tesón, humildad y paciencia: como quien quiere vivir y para vivir sigue marchando. Nadie dijo que una vida "plena" sea una vida "cómoda". Tampoco dijo nadie que se pueda llamar vida a una incapaz de enfrentar su misterio.
Paradoja final: quien enfrenta su miedo lo acaba venciendo. A partir de allí pasa a descubrir el lado oculto de la moneda de la vida: la serena potencia, la soberanía tranquila, la paciente proyección de una mirada que lo hace humano a uno. ¿Qué significa hacerse humano?: para comenzar, amar a los otros y amarse a uno mismo de verdad. Zazen es vida con el miedo y tras el miedo, todo junto y muchas veces no del todo bien comprendido.
sábado, 8 de enero de 2011
Zen: lo primero que hay que saber
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