viernes, 3 de diciembre de 2010

4/12/2010: Político embarazo el de mi hermana (Cecilia Lasa)








Este trabajo pretende rastrear la presencia de ciertos elementos o aspectos de El embarazo de mi hermana (novela de Yoko Ogawa, 2006) que posibilitan una lectura del texto en clave sociopolítica. En este marco, la hipótesis que guía este trabajo atribuye a la novela un doble carácter transgresor: transgresión en la forma y en el contenido. A nivel formal, la novela desafía los límites que la definen como tal a partir de una estrategia de reapropiación genérica. En términos de contenido, por otro lado, la novela aborda la cuestión de la identidad, rompiendo con la tradición japonesa y polemizando con la postura de los Estados Unidos de América para con Japón.

En cuanto a la dimensión formal, es sabido que la pertenencia de un texto a cierta matriz genérica abre ciertas expectativas en la comunidad lectora. Así, la mera atención al título original, Ninshin karendaa, donde ninshin significa ‘embarazo’ y karendaa refiere a ‘agenda’, ‘calendario’– y a la estructura de la obra –cada capítulo se titula con una fecha y el número de semanas de embarazo–, remitirían al lector a pensar la novela como un diario, en tanto simple registro de eventos correlativos al embarazo de la hermana de la protagonista. De hecho, como señala Sugiyama (Ogawa, 2006: 95) en el postfacio a la novela:
“cuando apareció este libro en Japón fueron muchas las embarazadas que acudieron a las librerías esperando encontrarse con una tierna novelita a modo de diario escrita por una futura madre (no olvidemos que el título original es algo así como «Diario de una gestación»).”

La expectativa de la ‘tierna novelita’ puede explicarse por la permanencia de las características atribuidas a este género ya en sus orígenes:
En la segunda mitad de[l] siglo X, al tiempo que los hombres estaban empezando a escribir monogatari (historias), la aristocracia media femenina, ese mundo cerrado dentro del otro mundo igualmente cerrado de la corte, empieza a escribir diarios en silabario kana. Estos diarios no eran descripciones del acontecer diario escritas a medida que pasaban los días, sino recuerdos escritos en fechas posteriores a los sucesos narrados. En consecuencia, su estilo tendía a ser más introspectivo, haciéndolas parecer a esas narraciones más obras de ficción que diarios (Rubio, 2007: 267).

Sin embargo, El embarazo de mi hermana desafía su status genérico: las protagonistas de la novela no pertenecen al estrato social aristocrático y, si bien se puede hablar de cierta forma de introspección, la misma se funda en el cuestionamiento de lo instintivo y lo cotidiano, hasta el punto de causar repulsión y romper con las expectativas de lectura favorecidas por el género, como indica Sugiyama (Ogawa, 2006: 95):
Pero tan pronto iniciaron la lectura, hubieron de ver que no era lo que esperaban [las embarazadas respecto de la novela de Ogawa]: la narradora mostraba a su hermana mayor en estado y medio neurótica, incapaz de sentir alegría ni responsabilidad por la llegada de un hijo, y a sí misma siempre obediente, una buena hermana pequeña que intenta aceptar ese embarazo, y que entre cuidados y cuidados prodigados a la hermana embarazada no deja de prepararle mermelada de pomelos… bañados en fungicidas venenosos.

El embarazo descoloca a las protagonistas: ¿cómo es posible que un estado ‘natural’ y regulado por lo instintivo cause semejante conmoción, a punto tal de permitirse un envenenamiento que es, en última instancia, un intento de asesinato? Este extrañamiento, hecho extensivo hacia los lectores, es producto de la transgresión formal con la que irrumpe la novela de Ogawa: la transgresión genérica, es decir, la reapropiación de las formas de cierta tradición un género para un uso que no se ajusta a las expectativas que el mismo suscita.
El envenenamiento, asimismo, se constituye como el elemento que posibilita una lectura de índole social. Este suceso, causado quizá por negligencia, quizá por maldad, no es sino metonímico de la cuestión de la identidad en Japón: quiénes son los japoneses. De hecho, esas dos atribuciones son sólo un par dicotómico de los numerosos que atraviesan la identidad japonesa, tal como lo señala Benedict (1974: 10):
Los japoneses son, a la vez, y en sumo grado, agresivos y apacibles, militaristas y estetas, insolentes y corteses, rígidos y adaptables, dóciles y propensos al resentimiento cuando se los hostiga, leales y traidores, valientes y tímidos, conservadores y abiertos a nuevas formas, preocupados excesivamente por el «qué dirán» y, sin embargo, propensos al sentimiento de culpa, incluso cuando los demás saben que no ha dado un paso en falso; soldados en extremo disciplinados, pero con tendencia también a la insubordinación.

Dada esta perspectiva, ¿cómo leemos la conducta de la narradora? ¿Se trata de un personaje que, agobiado por la continua queja de su hermana –respecto de las comidas y de los olores, por ejemplo– y cobijando cierto rencor por el desplazamiento al que se la sometió –en reiteradas ocasiones comía sola en el jardín, a tal punto de disfrutar de esos momentos de soledad–, lleva a cabo un acto de agresión y traición hacia ella? ¿O el envenenamiento es acaso una forma de subversión hacia la institución familiar –ya desarticulada desde la muerte de los padres de las protagonistas, a partir de la cual dejaron de lado ciertas prácticas tradicionales como la de “…celebrar los cambios de estación” (Ogawa, 2006: 15)– y la concepción naturalizada de embarazo, a la que se desafía constantemente, cuestionando incluso “…la función que él [el cuñado de la narradora] ejerció sobre el embarazo [de su hermana; si] es que existe” (Ogawa, 2006: 67)? El embarazo de mi hermana no resuelve estas ambivalencias, puesto que en ellas estriba la construcción de la identidad de los personajes y, por extensión, de la sociedad japonesa en general.

El juego de ambivalencias se objetiva en la novela en un hecho que da cuenta de la imposibilidad de anclar significados: la inexistencia del nombre de los personajes. Esta imposibilidad de nombrarlos resulta interesante en el marco de una tradición literaria que ha dado a los nombres un status si no determinante al menos condicionante o explicativo: el hecho de que los protagonistas carezcan de nombres puede responder al quiebre o inexistencia de identificación entre la tradición de Japón, histórica y literaria, y el pueblo japonés contemporáneo.
Finalmente, y en la relación establecida entre el envenenamiento y la cuestión de la identidad, cabe destacar un elemento de considerable relevancia para una lectura política de El embarazo de mi hermana: el origen de los pomelos. Los pomelos, cancerígenos por haber sido expuestos a tratamientos con fungicidas, provienen de los Estados Unidos de América. Esta procedencia no es sino una metáfora de las políticas de posguerra que Norteamérica ha trazado en relación con Japón que, como señala Silva (2010: 15),
apuntaba[n] a las tradiciones japonesas como grandes culpables de tamaña anomalía [cierto retraso evolutivo en términos políticos, económicos, sociales y culturales].
De manera mucho más sistemática y presionante que durante el siglo XIX, lo central de la estrategia japonesa del gobierno norteamericano pasó a ser, desde 1945, “ayudar a Japón a recuperar su retraso”. Desde entonces, una tarea unificó los esfuerzos públicos y privados estadounidenses: “modernizar a Japón”.

La crítica manifiesta que la novela de Ogawa teje no es otra que la de calificar a ese intento de rescatar a Japón del atribuido retraso como un acto nocivo. La intromisión norteamericana pareciera guardar para con la sociedad japonesa la misma relación de malformación que los pomelos con los cromosomas del bebé.

Sin embargo, no es lícito olvidar que quien administra el veneno es de nacionalidad japonesa, la propia hermana de la embarazada. Y es aquí donde la crítica de El embarazo de mi hermana se reviste de agudeza, profundidad y transgresión: de la crisis de identidad japonesa participa toda la historia de Japón, tanto aquella parte independiente del vínculo con Norteamérica como la que está íntimamente ligada a ella. Asimismo, esta crítica sociopolítica que se desarrolla a nivel contenido es posible gracias a otro acto subversivo de la novela en el ámbito formal: la desfamiliarización genérica. Es así que podemos concluir que la serie de cuestionamientos que desencadena la novela de Ogawa operan en una dimensión ontológica ya que se indaga, por un lado, la naturaleza del diario como género y, por otro, la identidad japonesa.

Referencias bibliográficas
Benedict Ruth (1974), La espada y el crisantemo. Madrid: Alianza.
Ogawa Yoko (2006), El embarazo de mi hermana. Madrid: Funambulista.
Rubio, Carlos (2007), Claves y textos de la literatura japonesa: una introducción, Madrid: Cátedra.
Silva, Alberto. “La cuestión japonesa”, en http://campus.filo.uba.ar/file.php/764/Bibliografia_2010/La_cuestión_japonesa.doc

0 comentarios:

Publicar un comentario