martes, 14 de diciembre de 2010

18/12/10: Mujeres y pandillas (Yesid Padilla)

KAWABATA Y LA MUJER EN LA PANDILLA DE ASAKUSA
Tal vez a la literatura japonesa no la cubra ningún adjetivo occidental. Las palabras, en este caso, solo sirven para identificar y señalar algunas de sus características; solo pequeños rasgos que desde nuestra óptica construimos. Milenaria, compleja, distinta, son singularidades que palpitan en las páginas de las obras japonesas, revelándonos, una vez más, las innumerables posibilidades de la creación literaria.
Efectivamente, el Japón que conocemos no es mas que una construcción, o si se quiere, una traducción que sin equivalentes tratamos de hacer. Así, el acercamiento que realizamos a su cultura, aunque con asombro, se debe hacer a la sombra de las barreras y distancias que impone la lengua y la cultura. Definitivamente en cada traducción se esconde una pérdida invaluable. Pero ésta se acentúa cuando la cultura del original nos es tan lejana y de muchas maneras incompresible. Cada trabajo sobre lo japonés, debe verse desde esta perspectiva y por supuesto este no es la excepción.

La tradición literaria japonesa se ha visto aclamada por occidente en dos ocasiones. Si bien estos reconocimientos no están ajenos a críticas y a acciones que generan perspicacias, los ojos del mundo se dirigen hacia los juicios que realizan emblemáticas minorías, produciendo explosiones editoriales y avalanchas de estudios e interpretaciones, que no solamente recaen sobre los autores, sino también sobre su cultura. La primera vez en el año 1968 y la segunda exactamente 26 años después. Cada una exalta partes distintas de su cultura e interroga y construye una estética propia a partir de los materiales que posee. Kawabata, el primer Nobel japonés, recorre los caminos de la tradición, lo propio y ancestral. Oé por el contrario se adentra en dilemas éticos, la muerte y lo “moderno”. El trabajo realizado por estos autores genera nuevas formas de ver el mundo. Sus sucesores, por lo tanto intentaran ver por esos mismos ojos. Así lo podemos comprobar en la literatura contemporánea japonesa. Se puede decir, guardando el sentido de las proporciones, que ejercicios como los de Banana se acercan más a las líneas trazadas por Kawabata, en cambio, nombres como los de Murakami Haruki trabajan más con las temáticas propuestas en los textos de Oé.

Kawabata es conocido, sobre todo, por el sentido estético que desarrolla en su obra, por apostarle a la tradición y desarrollar una literatura propia del Japón. Su discurso de aceptación del premio Nobel es una muestra y un recorrido de la propia historia de su país. Las constantes referencias a la poesía tradicional, no solo reflejan “el espíritu apacible y afectuoso del Japón” También son una muestra de la concepción estética de esta nación, que se traduce en una emoción del instante y una profunda relación con la religión. Al leer el discurso es fácil entrever algunos temas recurrentes en su obra, sin embargo, existe uno en especial que apenas se insinúa pero que representa uno de sus baluartes y marcas más específicas; la Mujer. Tal vez, en este mismo documento exista una tentativa de respuesta, aunque sea esta, una infructuosa posibilidad de acercamiento. En todas sus obras la relación entre mujer y estética es, de alguna manera, inseparable. Si se intenta entender de modo alguno esta marca, tendría que observarse los antecedentes literarios, es decir la fuente a la que directamente Kawabata recurrió.

“En el año 905 fue compilada, por orden del emperador, la primera Antología poética antigua y actual (Kokinshu); y, por la misma época, fueron escritos Los cuentos de Ise (Ise Monogatari), a los que siguieron las obras maestras de la prosa clásica japonesa, ambas escritas por mujeres: La historia de Genji (Genji Monogatari) ̄que data del año 907 al 1002 ̄, de Murasaki Shikibu, y El libro de almohada (Makura no soshi) ̄redactado entre el 966 y el 1017 ̄, de Sei Shonagon. Estos libros dan nacimiento a una tradición que influyó e incluso tuvo dominio en la literatura japonesa durante los ocho siglos siguientes.

La historia de Genji marca el punto más alto alcanzado por la novela japonesa. No existe obra literaria comparable a ésa, ni entre las antiguas ni entre las actuales. Que un libro tan vigente hoy en día haya sido escrito en el siglo X es un milagro, y como tal es reconocido aun fuera de Japón. ”

Probablemente, la explicación que podemos dar sobre la temática de la mujer y su papel inseparable en la estética, se puede encontrar en esta cita. No es solo una marca de autor ni un tema recurrente, mas bien, es el resultado de la asimilación de la tradición y la intención de continuar y hacer presente una literatura hecha y propuesta por mujeres.

El seguimiento de esta temática en este autor, se convierte entonces en una labor definitivamente extensa. De alguna manera ya es evidente en distintas obras y salta a la vista la dedicación y la sorprendente capacidad de detalle de la que están compuestas sus novelas y sobre todo la creación de sus personajes femeninos. Pero en este corpus que conforma su obra, se asoma con intención de ocultarse, una, que tal vez por ser desprestigiada por su propio autor despierte aun, más curiosidad.

En “La pandilla de Asakusa” el escenario es la obra. Pero en ella, ese mismo rasgo tradicional del Japón y de Kawabata se hace presente y de una manera bastante particular. Las mujeres son dibujadas con detalle, tranquilidad y paciencia. En Asakusa, una localidad marginada, se viven los goces de la prohibición, la libertad de la asimilación de algunas costumbres occidentales, la prostitución, la vanidad, la riqueza y la pobreza, al igual que una inconfundible sensación de decadencia.

Sin embargo es el mismo narrador quien asegura que su única intención fue hacer una novela sobre las mujeres simples de Asakusa y definitivamente lo consiguió. Las descripciones femeninas son las que articulan la novela, por supuesto, no son siempre detalladas y exactas, pero el perfume de la mujer se hace sentir en cada página. Obreras, prostitutas, vagabundas o madres acompañadas de sus hijos dan continuidad y fuerza a la narración.

Como en todas sus obras los grandes personajes son mujeres. En esta, la fuerte presencia de Yumiko cobija y absorbe las acciones y sucesos de todos los que la rodean. Yumiko es bella, fuerte y segura. Como sobreviviente del incendio de Tokio, hace parte de la reconstrucción y nos muestra un terreno peligroso del cual ella misma es una creación. Asakusa es un hábitat que produce sus nuevas especies. Yumiko aparece en el inicio del relato y es el personaje central en la mayor parte de la novela, luego desaparece, sin embargo son los otros personajes quienes se refieren a ella, es una sombra, es la líder de la pandilla escarlata.

“Una joven con un vestido rojo, aporrea un piano en la entrada. El rojo brillante se destaca contra el negro del piano, y las piernas blancas, desnudas de las rodillas a los pies, son jóvenes, frescas.” Kawabata, Y. (1930) La pandilla de Asakusa. Emecé. Pág.54.

Esta es Yumiko, y a lo largo de la novela se hace notar con descripciones perfectas sobre ella. Son detalladas y cinematográficas. Invitan a la imaginación, mueven nuestros ojos en el juego del contraste de colores. Con los ojos grandes y un poco de pelo sobre la cara, él no lo dice, pero nos esta mirando. Esta manera de dibujar los rasgos femeninos, como se sabe, es un rasgo característico de la estética japonesa y del autor, el retrato específico lo realiza también con otros personajes, reflejando, a su manera, el origen de la tradición.

El procedimiento, por lo menos para occidente, es de muchas maneras llamativo. Pero no seria del todo extraordinario si no se llevara a otro nivel. La descripción femenina no se queda solo en el plano físico, llega también al reconocimiento psicológico de las motivaciones de la mujer. Kawabata es una antorcha que orienta nuestras miradas en la oscuridad que vemos en las acciones femeninas. Cada acción es proyectada en el amplio espejo de lo femenino que refleja un extenso espectro cromático, en el que caben sutiles motivos, ambiguos y opuestos sentimientos.

¿Realmente qué desea Yumiko? Venganza o una especie de reconciliación. Como clímax de la obra se nos presenta a un personaje que relaciona el pasado y presente de la protagonista, Akagi fue quien, luego de las tragedias que ocurrieron en Tokio, viola a la hermana de Yumiko y por quien ella misma, asegura no querer convertirse en mujer.

El beso del arsénico refleja profundamente esta problemática. El arsénico es al mismo tiempo veneno y maquillaje, es una sustancia que constituye a la mujer, la utiliza de manera estética o como arma para obtener la venganza. El arsénico es el estado más puro de la belleza.

En este mismo episodio logramos reconocer algún aspecto de la ambigüedad propia de Kawabata y del Japón. Explícitamente no se dice si la protagonista se convierte en asesina o no, de la mejor manera podemos decir que así fue, todo es insinuado, las cosas parecen tan obvias que en la sutileza esta la mejor forma de aclarar la situación. Aunque esto, en muchas ocasiones, no le alcance a un lector occidental. La ambigüedad por supuesto también tiene otros matices.

A lo largo del relato la ambigüedad en la condición sexual de Yumiko persiste. Todo parte claramente de la sutileza que para un lector recién convertido puede ser un tropiezo.

“No soy una mujer. Siendo muy niña, mirando a mi hermana me hice la promesa de que nunca me convertiría en mujer . Además , los hombres no tienen cojones, ¿verdad? Nunca uno de ellos me hizo mujer” Kawabata, Y. (1930) La pandilla de Asakusa. Emecé. Pág. 79.

De repente esto sea un gran tropiezo, pero ¿no es Yumiko en algún disfraz o sin disfraz Akiko? Aquel jovencito que se perdió de vista en el puente Kototoi, y la “lunática encantadora” ¿no es al tiempo la hermana de Yumiko y Akiko?

Hasta los propios integrantes de la pandilla caen en las trampas de su líder y con ello en las trampas de las ambigüedades.

“-Acertaste. Me debo estar poniendo senil. No te reconocí. Eso que tienes en la cabeza... es una peluca, ¿no? Y la ropa también es prestada, ¿verdad? Salí a pescar y termine tragándome el anzuelo.
-En realidad, estoy yendo a devolver todo lo que me prestaron. ¿Quieres venir conmigo? ¿Incluso sabiendo quien soy quieres acostarte conmigo?
-Sólo después de que me asegure de que eres realmente una mujer.
-Te corresponde a ti averiguarlo. “ Kawabata, Y. (1930) La pandilla de Asakusa. Emecé.Pág. 101

En este libro las mujeres son rebeldes y víctimas de las circunstancias masculinas. Bajo cada acción de las integrantes de la “pandilla escarlata” se esconden otros motivos que para nosotros sean, tal vez, incomprensibles. Cada una, a su manera, se ha dejado llevar, cometiendo los más bajos delitos para sobrevivir, pero su verdadera motivación solo se vislumbra como un destello, un brillo de recuerdos en la oscuridad de la memoria.

1 comentario:

  1. La escritura de este trabajo es una belleza. Dan ganas de leer más de Yesid Padilla.

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