martes, 14 de diciembre de 2010

17/12/10: Mirada y seducción (María Belén Castano)

La seducción en la mirada femenina de Banana Yoshimoto.
Para la Real Academia Española las acepciones del verbo “seducir” son las siguientes: engañar con arte y maña; persuadir suavemente para algo malo, atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual y embargar o cautivar el ánimo.
En este trabajo voy a considerar la tercera acepción de la RAE, es decir la de embargar o cautivar el ánimo, con el objetivo de analizar de qué modo la mirada femenina de las autoras Banana Yoshimoto en Kitchen y Sueño profundo y de Murasaki Shikibu en La historia de Genji, construyen las relaciones de seducción de sus personajes. Con respecto a ellos, quiero presentar una serie de interrogantes clave para investigar a futuro: ¿Qué es lo qué seduce a estas protagonistas japonesas? ¿Cómo seducen ellas a los hombres? ¿Cuál es el objetivo de la seducción para ellas: el amor, el placer físico u otro?

En Sueño profundo, lo que cautiva a la protagonista es el hecho de compartir determinados sentimientos melancólicos como el silencio, la soledad o la muerte: “mientras lo hacíamos no se abría ninguna fisura entre nosotros, nuestras mentes nunca vagaban erráticas. Él, mientras hace el amor, no dice una palabra; yo bromeando, intentaba hacerle hablar, pero lo cierto es que me encantaba que permaneciese en silencio. No sé por qué, pero me daba la sensación de que, a través de él, dormía con la inmensidad de la noche. Cuando no hay palabras, me da la impresión de que a quien estoy abrazando es, más que a él, a su auténtico yo, sumergido en las profundidades…” A su vez, la protagonista va a decir: “lo único que he tenido claro desde el principio es que este amor se sostiene en la soledad. Entre tinieblas desiertas que parecen brillar, yacemos los dos, mudos, sin lograr sustraernos al hechizo” . En efecto, es interesante mencionar cómo de algún modo en este relato unas de las cuestiones que seducen a la protagonista o lo que la hechiza por decirlo con sus mismas palabras, es la melancolía y el fuerte silencio de su novio, Iwanaga, el cual está devastado por el dolor, ya que está casado con una mujer que está inconsciente debido a un accidente y por lo tanto como dice la autora “envuelta en un sueño profundo” . En efecto, la protagonista va a decir “el simple hecho de estar junto a él me provocaba una terrible sensación de soledad. ¿Por qué sería? Yo siempre estaba un poco triste, acosada por la añoranza de la luna que brillaba en la lejanía mientras me iba hundiendo eternamente en lo más hondo de la noche azul y me tenía de azul hasta las puntas de las uñas. Cuando estaba con él, me convertía en una mujer sin palabras”.

A través del relato, se evoca la escena del primer encuentro entre la protagonista e Iwanaga, cuando van a la playa en coche y él le cuenta por primera vez acerca de su esposa, de alguna manera el texto refleja en modo muy claro, cómo desde el primer momento es su soledad y su tristeza lo que la seducen de él: “En realidad, nada cambió, pero a lo largo de aquellas horas, la corriente de algún destino enorme y oscuro, irresistible, empezó a arrastrarnos a ambos. Y no me refiero simplemente a la energía sexual que nace del amor, sino a una corriente inmensa, terriblemente triste, contra la cual nada podía la unión de nuestras fuerzas. Con todo, yo entonces todavía estaba contenta, llena de vida; ni siquiera nos habíamos besado y ya lo amaba más que nada en el mundo” .No obstante, cabe señalar que en este caso esa seducción pone en juego la vitalidad de la protagonista, como anticipa la cita arriba mencionada, la cual a pesar de haber sentido inicialmente una fascinación y un encantamiento por el carácter oculto, y hasta los modos fríos de él, ella va a terminar sintiéndose identificada de modo tal vez inconsciente con la esposa de su novio y por lo tanto va adoptar una actitud casi depresiva que la va a llevar a dormir todo el tiempo. No es menor el hecho de que a la protagonista se le muere su mejor amiga llamada Shiori en el comienzo de la relación con él, motivo que también es probable que haya acentuado su tristeza. Ese personaje, el de Shiori, también está atravesado por la seducción a partir de la soledad y la muerte, ya que la joven termina suicidándose luego de verse envuelta en una red de prostitución particular que la lleva a realizar en un hotel el trabajo de “sueño compartido”, que consistía en acompañar en el sueño a los clientes que acudían a ese hotel, según el relato sin que eso implicara tener relaciones con ellos, más bien tenía que estar despierta para acudir a su apoyo con una sonrisa o un vaso de agua en los momentos en los cuales los clientes de despertaran angustiados. Cabe destacar que lo más llamativo del relato es que a pesar de que Shiori se suicida, ella se siente entusiasmada y cautivada por esta actividad, cómo si de algún modo el estar en contacto con la soledad y la angustia de estos clientes fuera un factor de seducción muy fuerte.

De todos modos el desenlace y el final de Sueño profundo sorprenden justamente porque el sueño y el despertar dan una vuelta de tuerca. En efecto, la soledad, la muerte y la tristeza que cautivan a la protagonista inicialmente no le generan un aislamiento total y trágico como a Shiori, sino que hacia el final de la historia cambia su actitud. De hecho, sigue adelante y recupera la vitalidad que había perdido luego de un particular sueño en el que se le aparece una joven, que luego ella identifica con la imagen de la esposa de Iwanaga, la cual le aconseja salir de inmediato, antes de que sea tarde, de ese estado de sopor y depresión, buscando un trabajo. De hecho, ella cree en ese sueño premonitorio, le hace caso y acepta un trabajo eventual que le ofrece una amiga. Luego de que comienza a trabajar, la protagonista empieza reflexionar sobre la relación con su novio y sobre la muerte de su amiga desde un estado de ánimo diferente, más activo, más alegre, más cercano a la vida y al contacto con los seres humanos, que a la muerte y la soledad.

Con respecto a Kitchen, es interesante destacar cómo Banana Yoshimoto construye una relación muy sutil y profunda entre la protagonista Mikage y el joven Yuichi, dónde se va a dar un proceso de seducción en el plano de la complicidad y de la ayuda mutua ante el sentimiento de soledad absoluta provocado por la muerte. En efecto, ambos personajes quedan sin familia en el mundo, Mikage luego de la muerte de su abuela y Yuichi luego de la de Eriko.

En este relato, lo que cautiva el ánimo de los personajes está dado también por el hecho de compartir espacios, como cuando la familia de los Tanabe invitan a Mikage a vivir a su casa cuando ella queda huérfana, así como cuando juntos comparten recuerdos, sueños y momentos de la cotidianeidad: la cocina, la comida, el sofá, el té, entre otros.

En este relato, al igual que en Sueño profundo el sentimiento de soledad de los personajes es muy explicito y esto se puede analizar en varias partes del texto, la del comienzo es particularmente bella: “Creo que la cocina es el lugar del mundo que más me gusta. …..Solo estamos la cocina y yo. Pero creo que es mejor que pensar que en este mundo estoy yo sola. Cuando estoy agotada suelo quedarme absorta. Cuando llegue el momento quiero morir en la cocina. Sola en un lugar frío, o junto a alguien en un lugar cálido, me gustaría ver claramente mi muerte sin miedo. Creo que me gustaría que fuese en la cocina” .

Es llamativo en esta obra cómo la protagonista capta en seguida el carácter solitario de Yuichi: “Después cuando al fin lo conocí, pensé que transmitía una sensación de aislamiento, no sé por qué. Aunque su forma de ser y de hablar eran dulces, me pareció que estaba solo.” A su vez, de alguna manera a ella la seduce su carácter medido y su espíritu solitario: “Su actitud, nunca muy fría, nunca muy cálida, me confortaba. No sé por qué, pero había algo en él que me hacía llorar” .

Por otro lado, otro personaje central en esta historia que va a seducir a Mikage, muy diferente a Yuichi, va a ser Eriko, su madre, que es en realidad un hombre convertido en mujer luego de quedar viudo de la madre biológica del joven. Eriko va a irradiar una fuerza y una vitalidad que van a conmover profundamente el corazón de Mikage, tanto por su sabiduría, su espontaneidad, su generosidad, así como también por su tenacidad para luchar en la vida, todas características que hacia el final del relato la protagonista adopta y que le permiten tanto seguir adelante y devolverle su ayuda a Yuichi, así como y planear el futuro a pesar de su repentino asesinato. En efecto, en su descripción hay una admiración que también se relaciona con la soledad pero desde un costado positivo: “Ella que en realidad era él, estaba sonriendo. Su cara se parecía al rostro sonriente y apocado de los homosexuales de Nueva York que había visto a menudo en la tele. Pero ella era demasiado fuerte para eso. Su gran encanto brillaba y la había conducido hasta donde estaba ahora. Me doy cuenta de que no han podido detenerla ni su esposa muerta, ni su hijo, ni siquiera ella misma. Llevaba todo esto consigo y una soledad silenciosa la impregnaba.”

Eriko va a acudir y cuidar a Mikage casi como si fuera una hija, invitándola a vivir a su casa con Yuichi por varios meses luego de que muere su abuela, esta inclusión en el seno de su familia va a dotar a la relación entre Mikage e Yuichi de un carácter particular, por momentos fraternal, por momentos de amistad, cuya unión se va a basar más que nada en esa comprensión mutua de la muerte y de la soledad: “La persona que estaba a mi lado era, ciertamente, mi único amigo, y estaba más cerca de mi que nadie en el mundo, pero, sin embargo, no nos cogíamos de la mano. Nos sentimos muy solos, pero somos demasiado independientes. Y yo mirando su perfil ansioso, iluminado por el fuego, pensé que, a lo mejor, ésta sí era la verdad. No éramos un hombre y una mujer en el sentido convencional, pero éramos los verdaderos hombre y mujer, los primigenios.”

Cabe mencionar que, hacia el final del relato, la relación entre Mikage e Yuichi indica atisbos de una potencial relación amorosa. Esta última no se concreta en ningún momento en un plano físico ni verbal, pero hay determinados gestos de ambos que permiten vislumbrar una suerte de sentimiento de atracción oculto: cuando Yuichi rompe la relación con su novia de la universidad, cuando luego de la muerte de Eriko Yuichi propone vender el sofá y comprar una cama doble para ambos, cuando Mikage viaja en taxi con un katsudon desde Izu hasta el hotel donde se encontraba Yuichi deprimido o cuando él la llama al hotel diciéndole que la iba a buscar a la estación a la vuelta de su viaje de cocina, entre otros.

Por otro lado, en La historia de Genji la seducción va a formar parte del protagonista mismo de la obra. Genji seduce a todos los que lo rodean, no sólo a las mujeres, Genji cautiva el ánimo de sus semejantes por su belleza, por sus dotes y por que irradia una luz brillante, como lo muestra la autora desde el comienzo de la obra cuando describe su nacimiento e infancia, al despertar maravillas con sus múltiples gracias.

En esta obra, la seducción se va a identificar también con el cortejo, en el contexto de la vida palaciega de la corte del siglo X en Tokio. Aquí, los personajes masculinos van a intentar conmover el ánimo de las damas de distintos modos: al tocar bien determinados instrumentos, con la danza, o pintando bellas caligrafías. Los personajes son seducidos más que nada por lo sensorial, de hecho los amores de la corte de Genji transcurren en las dormitorios por la noche a oscuras, donde lo que muestra Murasaki son constantes insinuaciones bellísimas, nunca muy claras ni explicitas y tal vez por eso cargadas de un fuerte erotismo. A su vez, ocupan un lugar preponderante en la seducción también los perfumes, las luces, las sombras, la vegetación, los colores como el violeta, símbolo del amor para la cultura japonesa, el tacto, el tono de las voces, los suspiros, los susurros, las lágrimas, la transpiración, entre otras. Es significativo también el efecto de seducción que genera las escritura, en particular el estilo hiragana de la escritura femenina, que el príncipe Genji tanto admira y el intercambio de cartas que retroalimenta sus amoríos, cuya intensidad se destaca tanto por su contenido poético como por su caligrafía. En efecto, Alberto Silva va a decir de Genji que la sagacidad de las damas que comenzaron atrayéndolo por su belleza, sólo pudieron conquistarlo al demostrar que sabían “escribir como es debido”. En ese sentido, Silva también menciona como en el relato, las damas llevan nombres alusivos que designan flores propicias para el cortejo y el desenlace del amor, existiendo ellas en la novela en y por designio amatorio del príncipe, capaz de iluminarlas y de hacerlas florecer.
Con respecto a Genji, Murasaki dice que lo van a seducir son los amoríos pocos comunes, cargados de dificultad y congoja, la autora menciona que se sospechaba de él que sus pensamientos eran “una maraña irremediable” ya que en ocasiones hacía cosas que no debería haber hecho. En ese sentido podemos ver como Murasaki empieza a describir con mayor fuerza en el capitulo 2 a un Genji distinto de los estereotipos masculinos de la época, que intenta hacer las mismas cosas que ellos como cazar, participar en la corte y en la política y tocar instrumentos, pero que en sus sentimientos difiere por completo de ellos. De hecho, en este capitulo, Genji va a escuchar de modo superficial una conversación entre amigos acerca de cómo tenían que ser las mujeres para ellos, la cual representa una concepción machista, en la que la mujer es concebida como madre, como sirvienta del marido y cuya inteligencia es algo que no es conveniente que posea. No obstante, allí Genji “estaba absorto pensando en una sola dama” , que va a ser Fujitsubo y de esa charla sólo va a despertar su curiosidad conocer aquellas mujeres de nivel mediano o de “baja cuna”, ya que luego en efecto emprende la conquista de Yugao.
Asimismo, cabe destacar que en esta obra el único personaje que va a seducir conmoviendo de modo profundo el ánimo de Genji va a ser la joven Murasaki, cuya descripción se anticipa en el capítulo 2: “En cualquier caso, la muchacha fascinante de veras, es aquella de la que nadie ha oído hablar, la que atrae de una manera extraña, que vive sola, oculta en una casa ruinosa y rodeada de maleza. Como nunca habías esperado encontrarte con ella, te intriga lo que hace y no puede evitar querer conocerla mejor.”
Murasaki es fundamental en su vida, es su ser más adorable y dulce y ocupa el lugar del amor sin cálculos, espontaneo que le da libertad que él necesita, siendo este príncipe un personaje eternamente enamorado del amor.

Asimismo, quiero destacar la reflexión de Alberto Silva sobre cómo en todas las historias de amor y de seducción del Genji, él no es portador de un ideal filosófico o teológico. En efecto, Silva nos va a decir que en esta obra no se plantean ideales futuros y se cultiva el carpe diem, se consuman las emociones en una fruición de instantes. En efecto, Genji va a experimentar constantemente la seducción, generando una continua posibilidad de encuentros con mujeres a lo largo de toda su vida. A su vez, Silva destaca tres cuestiones que me parece interesante mencionar. Para él Shikibu plantea: una visión del hombre como persona identificable en un individuo, portador de rasgos peculiares y de deseos comunes, un logro excepcional en el siglo X; una concepción de la vida de relación independiente de la moral convencional, segunda proeza en un marcado mundo por el mandato confuciano y el elogio de un amor no vinculado al combate, transformado más bien en juego. En esta última cuestión Silva menciona cómo los tankas y prosas de esta obra anticipan el haiku, con su concepción de la vida como ocio juguetón.

A modo de conclusión, quiero decir que no me resulta fácil comparar la obra de Shikibu siendo del siglo X con las arriba mencionadas de Yoshimoto, dado las distancias temporales que las separan, no obstante, quiero destacar los puntos en común que las unen. De hecho, ambas construyen la seducción de sus personajes con el objetivo de describir de la manera más fiel posible los distintos modos en los que en las sociedades de su época se juega el amor.
En ambas autoras, el proceso de la seducción se da desde la espontaneidad, desde la frescura, desde ese costado de la cultura japonesa donde la insinuación y las percepciones se mezclan sin necesidad de una síntesis, sin que haya una historia de amor cerrada. En todas estas historias la seducción queda abierta, como un espiral. Las distintas emociones que seducen y cautivan, como la soledad, la melancolía y la muerte en los personajes de Yoshimoto o la dulzura y la pasión de los sentidos, de las miradas y de la imaginación en la obra de Murasaki, son un fiel reflejo de una psicología del tiempo oriental, muy diferente a la nuestra y por lo tanto fascinante a la vez. Hay en ambas autoras una herencia del budismo, donde todo lo que existe, existe en la mente, donde se da una coexistencia entre lo exterior y lo interior, donde hay contigüidad, donde todo lo que existe cambia y ni siquiera es la niñez lo que permanece.

Por último, es interesante señalar cómo en ambas obras, la seducción se juega en el ámbito de los opuestos, goce y dolor están planteados en términos de sucesión, como la luz y la sombra y donde la aguda conciencia del “yo” se va desplegando a través de las vivencias de modo intenso y cambiante a la vez.

En definitiva para ambas autoras los personajes viven la seducción como un proceso con un final abierto hermoso, donde hay lugar para todo, tanto para los sentimientos dolorosos como para los alegres, cuyo despliegue va a depender del carácter individual de cada personaje y de las circunstancias de su contexto.

Bibliografía:
• Sueño profundo, Yoshimoto Banana, Tusquets Editores, 2006
• Kitchen, Yoshimoto Banana, Tusquets Editores, 1991
• Libro de Amor de Murasaki. Poesía de la historia de Genji, Silva Alberto, Pre textos, 2008
• La historia de Genji, Shikibu Murasaki, edición Atlanta 2005

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