sábado, 6 de febrero de 2010

Banana Yoshimoto, lectora de Salinger






El deceso de Salinger me encuentra escribiendo sobre la escritora japonesa Banana Yoshimoto, asidua lectora del escritor norteamericano. Sobre Salinger voy leyendo crónicas que, en algunos casos, parecen premeditadas para la ocasión. Las veo de dos tipos: abundan los admiradores del escritor de New Hampshire (creo que tienen sus razones) y aparecen algunos (¿para distinguirse?) sosteniendo que su escasa producción es lo contrario de lo que casi todos suelen decir (sospecho que estos últimos combaten la lectura beata, la opinión obediente, y en un punto eso también me agrada).
El hecho es que la todavía joven Yoshimoto ha frecuentado a Salinger de una manera muy japonesa.

Instala un tiempo prudencial de espera, un largo de espacio de silencio, una pausa respetuosa y amigable, a fin de dejar penetrar en las entretelas de uno mismo lo que el autor admirado (ella lo admiró) tiene para decirle. El resultado es, de forma inevitable, una escritura independiente, nueva, japonesa, ajena a si Salinger “le gusta” o no. Uno de los atractivos de Banana Yoshimoto, (quien eligió “nombre de guerra”, igual que su padre Takâki apodado Ryumei -“destino de dragón”-, guru de los estudiantes japoneses radicales de los setenta) es su capacidad para asimilar influencias externas (no sólo occidentales; antes que nada japonesas) y acabar tejiendo la tela de araña de unos textos livianos y densos, profundos y superficiales, en los cuales el lector, si quiere perseguirlos a fondo, tal vez esté arriesgando algo de su propia integridad. El texto de lo que estoy escribiendo aparecerá en Página 12, suplemento Radar, creo que el domingo 14 de febrero, si otra muerte inoportuna (nunca deseada) no obliga a modificar la programación.

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