jueves, 4 de junio de 2009

4 junio 2009: La identidad


En sus célebres Mythologies, Roland Barthes descubre una estrecha relación entre comida e identidad personal. Añade que ciertos alimentos aluden específicamente a la condición nacional. Así, en Francia, un steack saignant o un buen vaso de tinto. Menciona igualmente un queso pestilente como el gruyère, cuya degustación relaciona con un paladar probadamente galo. En Japón ocurre algo parecido con el natto, pasta pegajosa de porotos de soja fermentados, como los de la foto.

Cuando se interroga a un extranjero sobre comida japonesa, una respuesta standard sería: como de todo, menos natto. La respuesta canónica nipona consiste en reírse y responder: ¡es que es una comida para japoneses! Así, más allá de cierto punto (sushi, tenpura o incluso nabe), ser distintivamente japonés implicaría, entre muchas otras cosas, deleitarse con el natto. Por contraste, ser distintivamente extranjero se delataría en hechos tales como no frecuentar platos tan marcadamente nipones como el citado.

Si esto es tan así, ¿cómo entender esta noticia del diario de hoy? Una empresa de Mooka, prefectura de Tochigi, fabrica natto carente de olor pestilente y dotado de aroma natural, como de paja seca o tatami. Parece que el producto se distribuye bien. La noticia da a entender que muchos japoneses (ya) no aprecian el natto. ¿Es que la identidad nacional nipona está perdiendo algo de su reciedumbre, famosa en el mundo entero? Muchos piensan distinto. Sospechan que hoy día se reconoce lo que antaño se afanaban por disimular: que no existe un solo Japón, ni una sola identidad japonesa.

El natto es sólo un ejemplo para indicar una tendencia. En materia de gustos, como en otros aspectos medulares de su vida, Los japoneses de hoy se preguntan: ¿qué es lo correcto, qué es lo japonés, dónde está la identidad? Buscan evadirse de antiguos estereotipos (el natto es uno de ellos, el sumo es otro, las geishas, los samurasi, etc.). Quieren definir su identidad de forma independiente. Quieren empezar revisando el estereotipo del consenso y, ya que estamos, el de la unanimidad.

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