miércoles, 24 de junio de 2009

24 junio 2009: Japón, entre China y Estados Unidos


Una madre puede tener varios hijos, pero ningún hijo puede tener dos madres: resulta biológicamente impensable. Aún así, esta rareza pareciera materializarse en el caso de Japón: dos paradigmas se encarnan en su historia y en sus instituciones.

Un rasgo distintivo nipón es crecer de una doble raíz, oriental y occidental. No sugiero la superposición, en un mismo suelo, de influencias sucesivas, cuando la última tiende a neutralizar otras previas (me pregunto: ¿puede una sociedad moderna remplazar de verdad a su precursora tradicional?: muchas sociedades han sido explicadas mediante teorías de la modernización, acertadas o no). Ni me refiero al adosamiento, en una ciudad, de culturas autónomas relacionadas por su contigüidad barrial (italianos, chinos, portorriqueños, etc.) y por compartir espacio administrativo, como Nueva York u otras ciudades multi-culturales. Japón va más allá y reivindica dos madres simultáneas: Chugoku (China) y America (Estados Unidos).

Absorciones intensas durante más de diez siglos explican la raíz china de Japón. El tema ya apareció hace unas semanas y sin duda volverá: es clave en la cultura japonesa. Religión, concepciones estéticas, técnicas artesanales, escritura, artes plásticas, gastronomía, urbanismo, retórica: desde el siglo VII en adelante, todo delata un mismo impulso imitador por parte de Japón, asegurando herencias prolongadas y muy profunda asimilación. Paralelamente, desde el siglo XVI la relación de Japón con el mundo occidental se ha vuelto cada vez más próxima. Lo que llaman siglo cristiano de Japón designa una presencia misionera que desbordó hacia lo cultural y lo institucional. A comienzos del siglo XVII, portugueses y españoles fueron expulsados de Japón (tan influyentes se habían vuelto). Sin embargo, aunque apenas visible, un contacto se mantuvo por medio del barco holandés que, cada semana, durante dos siglos y medio de estricto aislamiento, descargó en Nagasaki instrumentos técnicos y científicos europeos, junto a manuales para su fabricación y empleo. Sorprende que dosis tan pequeñas de savia occidental hayan bastado para incubar la pasión por la tecnología que caracteriza a Japón.

Desde 1868, comienzo de la era Meiji, las dos raíces entraron en vigorosa interacción. El régimen Meiji constituye fruto de esa íntima imbricación. Japón seguiría desde entonces cultivando sin bemoles su raíz china por la vía de mantener un régimen sempiternamente inspirado en el confucianismo. Y no dejaría de incorporar lo que de veras le interesa de Occidente: la tecnología, la caparazón del estado moderno y la filosofía. El tema de la doble raíz da para mucho. Estoy terminando una investigación que desarrolla lo que ahora me limito a enunciar en pocas frases.

En este tema abundan las sorpresas. A medida que prolonga y profundiza su alianza militar, económica y tecnológica con Estados Unidos (vigente desde 1960), Japón va comprendiendo que no quiere convertirse en un país occidental. Desde su inicio en el siglo XIX, su relación con Estados Unidos ha incluido dosis de recelos, incomprensiones, intentos de manipulación, violencia desatada. Sin embargo, ambos aceptan que la construcción asiática (la de posguerra y la actual) exige esfuerzos tan coordinados que se han vuelto mutuamente dependientes, por razones complementarias. Al mismo tiempo, a pesar de su continuo enfrentamiento con China (desde comienzos del siglo XX se sucedieron guerras y ocupaciones niponas de territorio chino), Japón fue descubriendo su añeja y profunda semejanza con el coloso asiático, sin querer por ello convertirse en un país oriental.

No cuesta entender el actual malestar japonés: ¿somos orientales, somos occidentales? Tal vez no se trata de enfrentar a las dos madres en su seno, sino de reconocerse huérfano de ambas. Eso sí, un huérfano beneficiario de una doble herencia, inagotable, caso muy poco frecuente entre las naciones. Cuando Japón consiga re-inventar su propia nacionalidad, desde un interés nacional mejor comprendido, recién entonces podrá decidir de cuál de las dos madres se siente más cercano. Porque ambas intentan acaparar su atención y son posesivas hasta la extorsión.

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