domingo, 4 de noviembre de 2012

Elvis y yo

** No suelo desvelar este pequeño secreto: ¡me encanta Elvis Presley! Se que la confesión me cubre definitivamente de ridículo (se aceptan bromas). Lo cuento sólo porque Tokio es una ciudad muy rockera (desde el heavy metal a tachín-tachines que no sé reconocer, sin olvidarse de Bill Haley que me sé de memoria). Pero Elvis está por encima de todo: los fans del cantante de Memphis se cuentan por miles en la ciudad. En el barrio Harajuku hay incluso un pequeño Presley Museum, con chaqueta brillante del 'Rey del rock' y objetos de todo tipo, expuestos a la curiosidad inagotable del hervidero juvenil que recorre las calles (subiré al blog cosas sobre este fenómeno urbano).

** Resulta que cada domingo, a la una de la tarde, el grupo de la foto se reúne a bailar y cantar al ritmo de canciones de Presley y, más ampliamente, del twist de hace una punta de años (no digo cuantos, pero fue en la época de Little Richard, justo después de la batalla de Obligado). Se llaman Los Grasas del camino (en seguida me recordaron a Travolta) y cantan de 13 a 14 horas, con estricta puntualidad nipona. No son los únicos en producirse en público: comparten escena con otros grupos amateurs, de prestación igualmente gratuita (se llena de gente, ni qué decir). La 'escena' que comparten no es un teatro sino, ¡sorprendente Japón!, el parque de acceso al santuario Meiji, templo hiper oficial de la nación. Es cierto que el espacio es grande y da para todo el mundo pero, caramba, Meiji Jingu es centro de grandes ocasiones oficiales. Caminamos y por allí se ve de todo: señora fina que practica trompeta (en casa, apuesto que el marido aprovecha para dormir siesta), grupos de escolares merendando, un niño que se cree genio e imita (mal) proezas de circo, así como orquestas de J-pop (¿es su 'rock nacional'?), un anciano con acordeón y filigranas de Sous les ponts de Paris (me dedica una sonrisa cómplice: después de Elvis, el que más me gusta es Yves Montand, ¿él lo habrá adivinado?), parejitas, cantidad de jubilados y hasta un grupo infanto-juvenil dedicado a soplar pompas de jabón. Un ambientazo.


** Vuelvo a Los Grasas del Camino. De sólo mirarlos uno se siente reconfortado. Como bien dicen, los viejos rockeros nunca mueren: aquí tienen la prueba. Estos grasas inmortales van de negro, con campera de cuero (ecológico), lucen impertérrito tupé, se peinan después de cada pieza (con tremenda raya por detrás), se echan spray a cada momento, tiran latas de cerveza al cielo y ni una vez lograron abarajarlas en la caída, con lo cual el suelo se fue llenando de hojalata abollada y perlongherianos (tal vez) chorreos de iluminación. Un poco apartado, mi fotógrafa de cámara descubre que uno de ellos se remienda la bota con cinta emplástica negra. Mantienen una forma física estupenda. Combinan las cabriolas del rock'n-roll con el hip-hop. Si se sacan la camiseta muestran tatuajes impresionantes, como el ladrón de un poema de Gelman (si non é vero...). Termina la sesión y ya advirtieron que uno del público no se mueve (soy yo, entre embelesado por la función y rematado de tanto caminar). Al fin me acerco a saludarlos y el del jopo sublime me saluda chocando palmas, como un jovencito. Luego Los Grasas recogen todo y se van, haciendo run-run en sus viejas Harley Davidson. Mañana: cero tupé y ropa más formal para ir al trabajo: ¿taller? ¿delivery? ¿alguna obra en construcción?


4 comentarios:

  1. hermosa pincelada de los Grasas del camino.

    -__La pluralidad en los gustos debe siempre reinar___

    lo bello he importante ser libres en el vuelo y en las notas musicales...
    M)

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  2. yo los vi, son maravillosos, muy al estilo japones, llevan lo q hacen a un nivel de plenitud que envidio...

    aprovecho para agradecerte el blog....para los q tenemos un pedeso del corazon en japon es espectacular....
    saludos
    Nico

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  3. ¡Buenísimo poder ver estas fotos! Realmente interesante. Omoshiroi!

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  4. ¡Buenísimo poder ver estas fotos! Realmente interesante. Omoshiroi!

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