lunes, 9 de julio de 2012

Julio Verne va a Japón

¿Cuántos niños habrán vivido infancias fascinadas jugando con trenes de metal o soñando con ellos? En mi infancia rioplatense se llamaban "trencitos modelo", copiando perezosamente el original inglés "model trains". Con el tiempo, fui percibiendo que algunos grandulones conservaban esa afición, argumentando el gusto de sus propios hijos. Hasta que estos, al crecer, iban dejando a sus progenitores solitos, arrodillados en el frío suelo haciendo schuff, schuff...Esto lo digo con cariño y sonriendo. Hace un año estuve de visita en la casa-taller del pintor argentino Daniel Santoro. ¡Tiene un cuarto entero! dedicado al recorrido de un tren por paisajes alpinos, reconstruidos en madera y lata por el versátil artista. La fascinación por estar en un tren de verdad me acompaña desde que, siendo secundario, me dedicaba a recorrer algunos sitios de América Latina: de Buenos Aires a Salta, Zapala o Bariloche, de Antofagasta a Puerto Montt, en idas y vueltas que eran de (casi) nunca acabar, con el agradecimiento de perdurar en esa forma peculiar de eternidad que es el gozo. De grande, el tren me siguió y me sigue acompañando. En Japón me tocaba recorrer cada día la recta del tren que une Osaka y Kioto. Cuando podía, me subía con mucho tiempo por delante y me dedicaba a mirar por la ventana y a escribir. Si se trataba de un poema, su factura podía llevarme a veces dos o tres trayectos enteros, siempre sentado, con la nariz pegada a la ventana o espiando en la falda el cuaderno de poemas. Así salieron los "Ferrocarriles repentinos", título de un libro a punto de ser publicado en Buenos Aires. Un libro de poemas que celebra la alegría y el pasmo de viajar en tren.
El tren no sólo es vehículo para llegar a una utopía sino instrumento para vivir, desde ya, la dimensión total de la aventura. Nobutaro Hara, un japonés entusiasta de los trencitos, tenía organizado en su amplia casa el "Shangri-la Train Museum", con más de 6.000 objetos relacionados con los trenes, 440 horas de filmación, así como miles de fotografías. Desde la semana pasada, la colección domiciliaria se trasladó a Yokohama. Se la puede contemplar en un museo convencional de la empresa Mitsui Fudosan, ahora llamado "Hara Model Railway Museum". Pero no es necesario viajar a Japón para conocerlo: se puede visitar su página web.

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