sábado, 31 de diciembre de 2011

¡Feliz año nuevo!

Como a millones de personas, el día de fin de año me encuentra haciendo mandados y gestiones por la calle. Voy escuchando la radio: derroche de buenos deseos, fantasías más o menos ingeniosas que cada cual está en condiciones de formular, tandas comerciales para incrementar la correlación entre entusiasmo esperanzado y consumo compulsivo hasta el último instante. Es el reverso penoso de las celebraciones: irresponsabilidad que pretende hacer borrón y cuenta nueva (sin el menor balance), hipocresía para augurar claridad a quienes, al contrario, más de uno desearía ver ensombrecido (renovando de oficio los más viejos rencores).

Un instituto de investigaciones para la paz, SIPRI, con asiento en Suecia, acostumbra difundir para fin de año un atlas renovado de guerras y otras violencias colectivas a lo largo del mundo. En ocasiones he coincidido con gente del SIPRI: son joviales, positivos, nada reticentes, luchadores, responsables: gente como a mi me gusta. A personas de este tipo, las falsas celebraciones les producen urticaria: no se inclinan a la moda estacional, que empieza una o dos o tres o quién sabe cuántas semanas antes, con mass media que nos ceban más que a un lechón o que a una pava. Con su atlas, el SIPRI plantea la necesidad de introducir en el nuevo año una metanoia, una conversión del corazón, algo sincero, serio de verdad, con fuerza suficiente para oponernos a tanta masacre. Si no se produce un vuelco completo en nuestros dispositivos individuales, micro-sociales y macro-sociales, mucho me temo que los parabienes que damos con efusión (y a los que, por cierto, aprovecho para sumarme con entusiasmo) no sean más que hilitos de agua que se pierden en el desierto.

Por otra parte, y allí está su grandeza, el día de fin de año plantea de verdad la posibilidad de un nuevo comienzo y recomienzo. Lo dice un espléndido haiku de Issa (一茶):
En Año Nuevo,
¡quién pudiera, de nuevo,
hacerse niño!

正月の子供に成て見たき哉
Shôgatsu no kodomo ni natte mitaki kana

Sin olvidar que el vino nuevo de esa vida que nace en nosotros sólo puede verterse en odres reviejos que contienen lo que ya vivimos, lo que somos, lo que hemos sido y de forma tozuda nos empeñamos en seguir siendo, con razón o sin ella). Qué bien lo expresa Matsuo (松尾):
Llega otro año
Mi mesa y sus papeles:
como el pasado

元旦や反古も机も去年の儘
Gantan ya hogo mo tsukue mo kozo no mama

Entre lo naciente y lo menguante, entre la inminencia de una vida al alcance de la mano (tal es la promesa del Zen) y la lucidez para ser capaz de observarse tal cual uno es (es el fruto maduro de la práctica del zazen), cada persona hace su camino de libertad: cristalinamente nítido en sus posiciones, humildemente realista en sus aspiraciones, tenaz en la persecución de un bienestar personal que consiga ser lo más expansivo y solidario posible.

Por todo lo dicho: ¡feliz año nuevo a todos los amigos conocidos y desconocidos!

2 comentarios:

  1. Feliz año nuevo!! Que la pase muy bien :)

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    1. Yuki querida: con un mes de retraso veo tu postal de año nuevo. ¿Cómo estás? ¿Serías tan amable de mandarme tu mail actual? Así restablecer contacto. Un beso, A

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