domingo, 13 de marzo de 2011

Japón: desastre natural y nuclear

En estos días y durante un periodo prolongado, Japón (su gente) sufrirá como pueblo el desastre de una serie de graves terremotos coincidentes con al menos un tsunami, que vamos viendo en vivo y directo, como si se tratara de una inverosímil película de desastres. Cuando hablo de sufrimiento pienso en el sentimiento unánime de una comunidad que, como cuerpo, se siente herida en parte de sus miembros, aunque los que se conduelen habiten zonas lejanas al terrible accidente.
La japonesa es una sociedad que vive sus procesos colectivos coordinadamente. Es sabido, pero se pone de manifiesto en momentos en que una ruptura del orden habitual en otros sitios podría dar lugar a, por ejemplo: acaparamiento, sobre-precios en productos de primera necesidad, robos, atracos, vendettas u otros aprovechamientos malévolos de la situación. La población japonesa reacciona con calma y pone en práctica consignas de acción para casos que se suelen repetir, por causa de sismos o de tifones. Todo un ejemplo.

Pese a lo anterior, tsunami (término japonés devenido universal) es un evento que sin duda los japoneses no tenían previsto. Probablemente porque el enojo del mar es algo que en Japón aparece más en textos literarios y religiosos que en los históricos. Además, ¿cómo podría uno oponer resistencia a los embates poderosísimos de un mar embravecido y de comportamiento inescrutable? Por si fuera poco, nadie sabe a ciencia cierta qué produce un tsunami o cómo canalizarlo.

El hecho es que el impacto de este suceso sin duda marcará el porvenir inmediato y mediato del archipiélago nipón. Tal vez se trate del desastre que muchos llevaban esperando desde hace décadas. El sismo tal vez reactiva la intuición (una vez más verificada) del viejo sentido budista de mappô, noción que designa el inexorable derrumbe de la sociedad a sus tinieblas, luego de un breve lapso luminoso. Incluso, acaso, es el inicio de un proceso de lento y prolongado declive en lo social (con un paradójico aumento, agrego por mi parte, del atractivo de la cultura nipona en todo el mundo) con que el renombrado politólogo Masaru Tamamoto me explicaba, en conversación del año pasado, cómo pronostica él la evolución japonesa en el siglo XXI. A beneficio de inventario, recuerdo que la actual Era japonesa se denomina Heisei, periodo de luz, apelativo que eligió el emperador reinante acaso para conjurar el temor compartido ante eventos desconocidos que, a menudo, resultan adversos.

Cuando todavía no se sabe hasta dónde se atreverá a llegar esto que ya es tragedia, se multiplican las preguntas. Algunas de las que siempre me hago son las siguientes: ¿se trata solamente de un desastre natural? Más ampliamente: ¿son los desastres naturales únicamente naturales? Aquí entra el asunto de la energía nuclear, que formará parte del debate post-tsunami y que ya empieza a instalarse en las mentes japonesas, más en las asociaciones antinucleares que en los medios periodísticos (¿les suena conocido?).

El hecho es que se incendió la central nuclear de Fukushima Daiichi (una de las cincuenta con que cuenta el país) y pocos se tranquilizan con los mensajes oficiales asegurando que el peligro está controlado.
Viviendo en Japón, he seguido de cerca el debate sobre la energía nuclear y pude comprobar los enormes progresos de este país con vistas a desarrollar una industria nuclear que, hasta ahora, parecía segura y poco contaminante. Siempre he conocido estudiantes y profesores que militan en el movimiento anti-nuclear y expresan argumentos atendibles. Pero también escucho, y sigo con atención, sensatas versiones de quienes relacionan la energía nuclear con el desarrollo sustentable. Cabe mencionar que varios países de América Latina desde hace años siguen de cerca la experiencia nuclear japonesa y aprovechan sus lecciones positivas. A mi propia universidad en Kioto le tocó albergar importantes seminarios sobre energía nuclear y desarrollo. Los tema no es simple y carece de vía única de respuesta. Incluso en el caso de que el accidentes de la central de Fukushima y otras sean tan mayúsculos como algunos temen, no parece que Japón vaya a cambiar (o pueda cambiar) de matriz energética en las próximas décadas.

Pero antes de internarse en tan grave debate, vuelvo al inicio de este post, que busca sobre todo sumarse al duelo de toda la población de Japón (y de muchos extranjeros en el mundo) ante un acontecimiento totalmente inesperado y de muy difícil resolución. Ahora se inaugura un periodo en que el ímpetu de la reconstrucción tendrá que demostrarse una vez más. Resurgir entre las ruinas: una tarea en la que Japón ha probado en anteriores ocasiones un arrojo envidiable.

2 comentarios:

  1. Gracias Alberto, por este post iluminador.

    Creo honestamente que las secuelas de este desastre influirán decisivamente en las vidas de sus habitantes (no sólo a un nivel físico/material), por un largo tiempo.
    Y también en nosotros, que estamos tan lejos del archipiélago, pero nos vemos de alguna manera conectados con su cultura.

    También creo en la fuerza de este pueblo para superar la catástrofe. Que se reinventarán y saldrán adelante, a pesar del dolor y la pérdida.

    Un cuerpo herido que a través de sus órganos buscará la homeostasis, aunque implique una nueva organización de sus partes...

    Espero que estés bien y puedas haber encontrado a tus conocidos y amigos.

    Mucha fuerza a nuestros amigos nipones.

    Virginia.

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  2. Donde están??? Como están??? Por ´fa comunícate con nos. elsacub@ono.com

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