lunes, 20 de diciembre de 2010

21/12/10: Mujeres, Japón, hoy (Francisco Villarreal)

Tal como fue planteado en el seminario, la visión femenina en la literatura japonesa compone un eje fundamental que permite que esa mirada sea planteada como fundacional. A la hora de pensar en el lugar que juegan los autores de la posguerra en la reformulación de las figuras femeninas en la literatura japonesa. Antes de esto es necesario pensar en la estética que gobernaba la literatura japonesa alrededor de la época en la que la guerra y las bombas atómicas sucedieron: Kawabata y Mishima presentaban obras donde la mujer tenía un rol fundamental y, en algunos casos, ha sido planteado como un rol ejecutor de la acción narrativa. Lo cierto es que esta estética se aplica al cuadro más tradicional de la literatura japonesa, alineándose con la obra fundacional de Murasaki Shikibu, La historia de Genji.

La guerra y la generación exactamente posterior a esta muestran un cambio rotundo frente a todo lo anterior: Las estructuras sociales, gubernamentales y religiosas habían sufrido el duro golpe de la derrota, pero el pueblo buscaba un renacer como necesidad. Así, pensar en una nueva escuela estética literaria no resulta sorprendente, podemos señalar como iniciadores de este momento a Masuji Ibuse y Kenzaburo Ôe, pero el segundo será de nuestro estudio por el peso de su obra en el plano internacional y por las marcas contundentes que se pueden evidenciar en esta.
Tomando como ejemplo Una cuestión personal, se puede observar que Ôe no le da un rol particular a la mujer dentro de la narración ni en su posición dentro de las diferentes estructuras. Es decir, como mujeres no forman parte de la toma de decisiones y se resignan a un rol predeterminado de compañía silenciosa. Pero es cierto que hay una mujer que se lleva mucha de la atención de Bird (personaje principal de la obra) y del lector: Himiko. Ella una vieja compañera y amante de Bird en la que él decide buscar refugio de los problemas que lo aquejan. Con certeza, la relación entre los dos estará basada en dos conceptos: el sexo y la negación del recién nacido. Todo lo que se dé entre ellos dos tendrá origen en lo sexual, partiendo de una primera relación sexual que Himiko afirma fue una violación, hasta las jornadas de sexo que se presentan entre ellos. Bird no tiene en cuenta a Himiko para las decisiones, escucha lo que dice y hace lo que quiere, situación similar a la que pasa con su suegra (como representante de su esposa internada). Por otro lado, el coito sexual se centrará en relaciones no tradicionales, que permitan negar el origen y esencia del niño deforme. La pregunta que se plantea al lector es por qué negar este bebé, se aclarará en un diálogo entre Bird y Himiko:
- Para dominar el miedo, Bird, tinees que aislarlo (…) ¿Tu miedo se limita a mi vagina y mi útero? ¿O temes también a toda mi feminidad, a toda mi existencia de mujer? (…)
- El único motivo por el que tu desnudez me acobarda necesariamente tiene que ser la vagina y el útero.
- Siendo así, ¿No debería eliminar simplemente a la vagina y el útero? – dijo Himiko (…) – Si consigues delimitar tu temor en esas zonas precisas, el enemigo sólo habitará en ese ámbito ¡Bird! ¿Qué elementos dentro de la vagina y el útero te atemorizan?
- Antes te lo mencioné. Intuyo que hay otro universo allí detrás. Oscuro, infinito, atestado de cosas no humanas: un universo grotesco. Y temo entrar en él, quedar atrapado en el espacio de otra dimensión temporal y no poder regresar…”
La mujer, en la representación clara de sus aparatos sexual y reproductor (vagina y útero), tiene en sí un universo de temor y desconocimiento. Este temor tiene la raíz en el nacimiento del bebé deforme, en el desconcierto de ignorar un por qué esa deformidad, en el desconcierto, y la posibilidad, de quedar atrapado en un universo que puede dar a luz una criatura monstruosa y dañada.
El abordaje estético del universo femenino plantea un universo de miedo y monstruosidad. Al mismo tiempo, las dimensiones de esta perspectiva muestra una oscuridad y misticismo que envuelve, en su crítica, a las cosas feas del mundo y que está relacionada con lo femenino.
Esta visión no será definitiva: los autores contemporáneos y de generaciones posteriores a la de Ôe buscarán un nuevo cambio a la forma en la que él le daba. Esto lo veremos principalmente en la obra de Kôbô Abe y, en particular, en La mujer de la arena. Esta historia presentará a la mujer como víctima de una sociedad opresiva, demandante y comandada por hombres ancianos. La mujer, vencida, termina siendo funcional a la sociedad cumpliendo un rol persuasivo y participativo en la gestión de las tareas que se asignan a cada rol: El hombre debe trabajar, la mujer debe atenderlo en sus necesidades fisiológicas y sexuales. A la hora del escape, de pasar a otra situación o volver a una anterior la mujer quedará en una posición intermedia: no juzga los deseos del hombre, pero tampoco pierde su resignación inicial, su costumbre al lugar en el que está.
Otro ejemplo de las distintas modificaciones estéticas con respecto al rol de la mujer es la voz de Haruki Murakami, autor actual y destacado. En su obra, las mujeres retomaran un lugar de mayor importancia dentro de la narrativa. Su continuidad femenina como víctimas, el sufrimiento que acompaña al personaje masculino y un rol que asocia a la mujer con la partes complementaria a la del masculino, tanto en una tensión sexual como en el rol desencadenante del eje central de la trama. Quizás será en el libro El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas donde se pueda evidenciar esto, donde los personajes femeninos son funcionales a la fusión de los dos universos paralelos, como compañía y ejecutante del viaje central que lleva al conocimiento. Así, la mujer será una pieza en el alcance de un conocimiento superior y la concepción del hombre completo.
A modo de cierre, es fundamental repasar la mano femenina que entra en juego en la posguerra. Lo cierto es que las figuras femeninas no se destacaran hasta la aparición de Banana Yoshimoto y Yoko Ogawa. Las dos autoras, que actualmente tienen un lugar hegemónico en la literatura japonesa, ejecutan dos estéticas muy disimiles: Yoshimoto retomará la línea de Kawabata (y por consecuencia la de Mursaki Shikibu); mientras que Yoko Ogawa, central en este trabajo, será continuadora de la línea de posguerra y mostrará una nueva modificación a la visión femenina.
Dentro de la obra de Ogawa, la mujer será personaje central y mostrará las cuestiones más internas del género: el desapego social y a las estructuras familiares, la falta de afecto entre familiares, la inconsciencia ante los sucesos cotidianos, la negligencia ante las responsabilidades correspondientes a los hechos generacionales. El afecto estará supeditado a situaciones inevitables: el cariño de una madre que no tiene más que a su propio hijo o el afecto entre dos hermanas que solo se tienen entre sí y buscan perpetrar ese vínculo por sobre todas las cosas.
Esta evolución demuestra los cambios que se han dado sobre la figura de la mujer en la literatura. La pluma de la mujer será funcional a estos cambios. Actualmente, podemos encontrar las dos escuelas estéticas que han definido a la literatura japonesa en funcionamiento. El rol de la mujer será nuevamente redefinido por generaciones posteriores y la mano de mujer estará presente en cada momento en que la mujer busque establecer una marca más en una literatura que le pertenece.

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