Japón es un país que sin duda piensa. Pero ¿cómo?
A medida que Japón iba tomando contacto con Occidente, desde los años setenta del siglo XIX (en concreto desde el comienzo de la era Meiji, en 1868) se fue desatando en las islas una serie de debates, que en parte todavía no están concluidos. Desde la religión a la cultura, pasando por los códigos sociales y las reglas políticas, dicho debate a menudo se ha basado en una comparación de Japón con los países occidentales. De entonces a ahora, dos posturas se alternan en Japón. Una es la de quienes piensan que Japón es un país único en su género, que su lengua es singular, su cultura inimitable, sus instituciones trasunto fiel de una niponidad irrepetible (y acaso incomprensible para los extranjeros). Otra es la de quienes consideran que Japón es un país en camino a la modernidad, unos pasos detrás de países occidentales a los que se acerca.
Este blog respeta ambas posturas y, de tanto en tanto, les abre espacio para expresarse. Pero considera que su forma de acercarse a la inmensa civilización japonesa es tomar una vía intermedia que deslinda en cada caso los aspectos singulares (en parte, Japón sigue siendo el Japón de siempre) y los aspectos compartidos (en parte, Japón es una sociedad, una sociedad moderna, una sociedad con significativas dosis de occidentalización).
Unos cuantos japoneses comparten mi punto de vista. Pero también hay (entre ellos colegas y amigos) quienes privilegian argumentos que parecen establecer cierta unicidad (carácter único) de Japón. ¿Es el caso de Tomoko Aikawa? El lector opinará: en todo caso, a ella hoy cedo espacio para argumentar (columna: Pensamiento; botón: Puentes). Si Japón es único, único es también su pensamiento. O su no pensamiento. Porque la tesis de Tomoko es que Japón carece de aquéllo que Occidente considera filosofía y que llegó a Japón tardíamente (en la época Meiji) como vocablo de nueva acuñación tetsugaku. Su explicación me parece muy interesante. Si la entiendo bien, viene a decir que el pensamiento japonés está incrustado, esparcido, inmerso en el légamo de su propia y riquísima cultura nativa y representado por el discurso flexible (y elusivo) del shintoismo y el budismo.
En parte estoy de acuerdo en criticar la forma (a menudo etnocéntrica) con que los países occidentales se lanzan a explicar Japón. Pero en parte no veo las cosas de su manera.
Pido disculpas por lanzar comentarios sobre un texto que el lector todavía no leyó y que estoy recomendando leer. Únicamente quiero manifestar mi interés en dejar reflejado un debate japonés en pleno crecimiento. Hoy Tomoko Aikawa nos brinda su punto de vista. Otro día habremos de plantear el otro polo de la discusión y preguntarnos cómo argumentan aquéllos (japoneses y no japoneses) que consideran que sí existe una "filosofía japonesa", representada por la Escuela de Kioto, la cual es producto de aquellas dos raíces que muchos le adjudican al Japón contemporáneo: la nativa (que ya constituía una refundición de las cepas china y japonesa) y la moderna (donde el antiguo mestizaje sino-nipón se reconfigura con algunos procedimientos occidentales, entre otros discursivos, sin por ello abandonar el pensamiento nativo, por ejemplo el del maestro Dôgen).
Un tema que hace a la comprensión de Japón. ¿Un tema a seguir?
miércoles, 27 de octubre de 2010
¿Cómo piensa Japón?, 1
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