viernes, 6 de agosto de 2010

¿De qué hablamos cuando hablamos de zen?

Traducir Japón consiste en hurgar un archivo en apariencia inagotable. Encarar temas que, de acuerdo con la manía taxonómica occidental, parecieran cubrir horizontes variados, dispersos, lejanos. El archivo japonés es uno sólo, la experiencia de lo japonés es sólo una. Pero ambos nos llegan, experiencia y archivo, en formatos tan variados como: espiritualidad, pensamiento, estética, antropología, literatura (y otras disciplinas o actividades que omito para ir rápido).
Tomemos el ejemplo del zen. En librerías de Buenos Aires, el material sobre zen se reparte en estanterías de Religión, Auto-ayuda u Orientalismo (a las pruebas me remito). Conozco librerías de Barcelona que, en cambio, lo dispersan en Filosofía, Artes marciales o Budismo. Vertiginosa oscilación de géneros. Trasunto de nuestra dificultad, no ya para ordenar el stock de una tienda de libros sino, previamente, para entender de qué hablamos cuando decimos zen.

Nadie mejor situado para responder que el principiante. A veces un principiante no tiene buena fama: parte reconociendo su desconocimiento. Y como, en nuestro mundo hipócrita, desconocer (de puro obvio y generalizado) no está bien visto (suena a ignorancia), el principiante que se declara tal pasa a ser un valiente (tal vez sólo busca ser un realista que se acepta a sí mismo porque se conoce, o busca tener una mente abierta a lo nuevo que desconoce). La proverbial sinceridad de proclamar “sólo se que no se nada” se ha vuelto difícil. Los demás toman la frase como coquetería, buen gusto o falsa humildad. Lo obvio deja entonces de ser obvio, los términos se gastan y amenazan ruina, como una casa abandonada. Mejor desmarcarse de todo lugar estatutario de saber para reivindicar la desnuda ignorancia de la experiencia.

Se ve que el asunto que planteo va en dirección contraria a lo que suele marcar el sentido común. Porque, para captar el zen, para vivirlo como experiencia, justamente se necesita una mente de principiante. Shunryu Suzuki le llama shoshin. Lo traduce bella y libremente como mente de aprendiz, abierta a todas las posibilidades, incluso la de recobrar esa mente original infinita de que, en modo paradójico, nos habla el zen. Aprendiz es aquél que es capaz de plantear las preguntas siguientes: ¿qué es zazen para mi?, ¿cómo volverlo parte de mi vida?

En el post anterior se anunciaba un intensivo de zazen (meditación zen) para aprendices. El cupo disponible se va cubriendo, las plazas son limitadas, el que avisa no es traidor. El intensivo está abierto a dos tipos de aprendices:
- aquellos que no han tenido ocasión de conocer la práctica de la meditación sentada y quieren ver de qué se trata, o se preguntan si vale la pena incluirla en su vida;
- aquellos que tienen experiencia suficiente como para renovar sin cesar su experiencia, en un retiro portador de silencio.
Convocaré a los ya anotados a una breve reunión de pre-inscripción para dentro de dos semanas. Habrá sugerencias para una correcta preparación personal de la jornada intensiva del 10-11 de septiembre. Gambatte kudasai.

Detalles del evento: ver post del 2 de agosto
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