viernes, 20 de agosto de 2010

Butô (暗黒舞踏), 1: Hacia un cuerpo nuevo

La guerra fue muy mortífera en Japón. Pasaron 65 años pero nadie la olvida en Hiroshima y Nagasaki. Junto a lo destruido, hemos de considerar igualmente lo que nació, como consecuencia de tan grave shock. Aquellos embebidos en las tradiciones japonesas se sintieron en la obligación de reverdecerlas, de revisarlas, de darlas vuelta como un guante. Puestos a escarbar lo nuevo entre las cenizas de lo perecido, algunos bailarines como Tatsumi Hijikata y Kazuo Ôno se lanzaron a buscar nuevos códigos para el cuerpo.
El Ankoku Butō (暗黒舞踏, Ankoku Butō), conocido en Occidente como Butō, designa un abanico de técnicas de danza creadas en 1950 por quienes querían plasmar un cuerpo de posguerra. Era una manera de acompañar a los sobrevivientes que vagabundeaban medio cremados y miraban a todos con globos oculares reventados, colgando sobre las mejillas.
De tamaña tragedia nació como un prodigio el Butō, danza hacia la oscuridad, como otra superación del acerto desesperado de Theodor Adorno (después de Auschwitz, la poesía resultará imposible): después de Hiroshima, nuevos cuerpos se abrieron paso gracias a las creaciones de Ôno y Hijikata.
Una vez más, la creación destila por la grieta que separa y conecta lo propio (Japón) y lo ajeno (la danza expresionista occidental). Una bella nota de Laura Falcoff, aparecida en Clarín de Buenos Aires, hace justicia a la vida de Ôno, recientemente muerto y desde antiguo relacionado de modo increíble con la Argentina. Es probable que hayan leído el artículo. Si no, bajen por la columna Pensamiento y hagan click en Puentes: allí los espera El Japón de Kazuo Ôno.

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