sábado, 24 de abril de 2010

Zen es buscar el camino

Con una dosis de razón (y otra de confusión) se suele decir que en Japón existen dos estilos de zen de alguna manera enfrentados, ambos procedentes de China, ambos completamente asimilados a Japón: la rama Rinzai (centrada en el koan) y la rama Soto (centrada en el zazen o meditación sentada).

En lo que a mi respecta, y respondiendo a preguntas, me siento identificado con el maestro Sekkei Harada, continuador de Eihei Dôgen. Precisar quién era Dôgen ayudará a aclarar la confusión que suele establecerse sobre la eventualidad de dos "zenes" enfrentados. Dôgen fue ciertamente el fundador de la rama Soto del zen. Pero cabe agregar lo más importante: si bien basado en el zazen, el estilo del maestro Dôgen es sintético. Toma elementos propios del koan, eludiendo una polaridad Rinzai/Soto que ha hecho daño a la comprensión del fenómeno zen.

Hay un escrito de Dôgen que importa conocer: se llama Fukanzazengi (proclamación universal de los principios de la meditación sentada). Se trata de una pieza breve (3 páginas), compuesta por Dôgen a poco de volver desde China a su Japón natal, en la mitad del camino de su vida, con apenas 27 años. En los monasterios de Japón se recita cada noche el texto completo, en coro, en el zendo, sala en la que meditan, comen y a veces duermen los monjes residentes. Lo consideran el texto fundamental del Soto zen, su airoso estandarte, aquello que resume la dinámica de lo que persiguen.

Comienza diciendo: El camino que buscas es universal y completo: lo incluye todo, incluye a todos. Me detengo en la palabra buscar con que comienza el texto japonés. De inmediato recuerdo aquellas palabras de Nietzsche: la vida es la experiencia del hombre que busca conocer. Para el maestro alemán conocer era, sin distinciones, skolé (sistema intelectivo) y háiresis (práctica de vida). Ya vemos un primer factor universal del zen: configura un discurso de origen ajeno (oriental), pero al mismo tiempo asumible desde un prisma cercano (occidental; aquí: el de Nietzsche). Consiste en buscar, metódicamente, una circunstancia en la cual pueda producirse un círculo virtuoso, una sinergia, entre lo que hago, lo que digo y lo que pienso. El instrumento de esta búsqueda es la observación. Alude a una observación sagaz de lo que tengo al alcance de la vista (durante la meditación: la nariz, divisada por mis ojos semi-cerrados): ella me permite entender qué es camino, cuál es el camino. Como dice Dôgen: la mente cotidiana es el camino. El maestro japonés apunta a dos hechos básicos: a) lo que busco se relaciona intensamente con lo que denomino o creo ser yo; b) lo que busco ocurre dentro y fuera mío, de forma inseparable.

Iré subiendo al blog diversas reflexiones suscitadas por las palabras de Dôgen en este texto y en otros.

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