Con independencia de cualquier orientación sexual, si la literatura de Mishima sigue vigente es gracias a la intensidad que despliegan sus historias. El escritor japonés siempre fue consciente de la fuerza que vehiculaba su escritura. Y buscó complementar (mediante imágenes o en films en que actuó o protagonizó) la emoción surgida al componer sus textos. Textos que a menudo no fueron sino imágenes verbales capaces de describir la vibración del cuerpo y la ebriedad de descubrirlo (y así descubrirse) vivo.
Esta foto de Eikoh Hosoe, tomada a pedido del escritor poco tiempo antes de su auto-inmolación en 1970, muestra los brazos de Yukio capturando la cercanía de otra vida, entregada, adherida a la suya durante el breve momento de un enlace. La ausencia de distancia, las sombras de la foto, la nervadura hipertensa de esos brazos que más bien agarran: todo sugiere un trance avasallante, de seguro inscrito en rostros imposibles de divisar (y que tal vez ya ni miran, con sus ojos cerrados), bocas entreabiertas, anhelantes, fruición inocente y feroz del instante. Más allá del sexo, placer de constatarse vivo en la respiración, en la fuerza, en la lucha, en los fluidos corporales. Más allá del género, dificultad de percibir si el cuerpo que esos brazos garridos abrazan es de hombre o de mujer. Se hace patente, como siempre, la ambigüedad inteligente de Mishima...
En pocos días subiré un largo post con motivo del 60º aniversario de la publicación de su Confesiones de una Máscara, libro que lo llevó al estrellato con sólo 24 años. Libro que finaliza ciertos procesos (el reconocimiento de su homosexualidad), al precio de iniciar otros que serían definitivos (la búsqueda de inmolarse en una muerte que pudiera ser leida como heroica).
Enigmas de Japón, ambigüedad del arte, máscaras de Mishima.
lunes, 5 de octubre de 2009
Yukio Mishima vive
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