** Uno de los recursos frecuentes para explicar o comprender a Japón consiste es el uso de contrastes (cotejo de diferencias entre situaciones o realidades juzgadas de la misma especie). Es un mecanismo retórico válido cuando se cumple una serie de condiciones (eso lo sabe cualquier investigador de ciencias sociales). Pero cuando se utiliza sin buscar el correlato de la analogía (que también las hay entre Japón y 'Occidente') y sólo busca lo ameno, lo pintoresco o lo chocante (llevo treinta años observando la escena japonesa y la forma en que los occidentales damos cuenta de ella), se transforma en un juego a veces gracioso, pero que linda con lo estéril. Los mass media se llevan la palma en ese tipo de aproximaciones por lo insólito y lo provocativo. Recuerdo programas de televisión, llamados en Europa 'Humor amarillo' o 'Endurance', consistentes en payasadas irrisorias y pruebas de esfuerzo rayanas con lo imposible. Lo 'amarillo' del humor era el ridículo en que el ángulo de mira dejaba sin falta a los japoneses. Una denigración irónica del 'otro', en apariencia light. Y tal vez, cierto mensaje implícito: si 'los amarillos' se muestran un poco tontainas, será que 'los blancos' somos 'lo más'.
** Pero en Japón se ven contrastes, claro que los hay. Muchos tienen que ver con el desfasaje entre la imagen de una situación que concebimos como 'antigua' (el Budismo, los bonzos, los templos; podría ser la naturaleza, la geisha, el sumotori, el samurái, etc., etc.) y otra que tomamos por 'actual' (el teléfono móvil; pero también el 'Tren bala', una noche iluminada de oficinas, el béisbol). La imagen de este post es muy acertada en su encuadre y luminosidad (conste que la foto de Silvia no intentaba 'informar'; soy yo el que 'exprimo' ese instante de arte, a fin de obtener gotas de información útiles para mi propósito). Pero también brinda un dato corriente sobre 'algo viejo' en el momento de verterse en 'algo nuevo'. El impecable bonzo llega de vuelta al templo pasado el mediodía y de pronto recuerda una gestión que dejó a medias. Saca el keitai (telefonito) en un lugar 'improcedente' (la mera entrada del templo) para resolver su urgencia. ¿Será el Tenzo Kyokun, jefe de cocina de su templo? Autoridad parece no faltarle...
miércoles, 21 de noviembre de 2012
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Es sin duda un golpe visual, un monje con un celular. Habría que ver si sentiríamos el mismo contraste al ver a un sacerdote católico o un religioso ortodoxo sosteniendo un iphone o el teléfono de moda actual. Yo matizo el contraste comentando que Japón siempre fue el pionero del celular inteligente por lo que no me causa tanta impresión. Magnífico blog, ¡saludos!
ResponderEliminarJajaja el ultimo parrafo me mató de risa... En japón es común ver esto, más por lo que dice Ornitorinco, pero aún es un contraste casi anacrónico entre tradición y modernidad. Ello me hace acordar a un chiste gráfico en los 1980 si bien me acuerdo, de la revista humor en que recreaban la conquista del desierto pero con elementos modernos... un soldado le decia a otro en un fortín advirtiendo 'ya viene la indiada Kawasaki', porque usaban esas motos japonesas en vez de los caballos. Bueno esto es lo que suscitó en mí lo leido arriba. Muy bueno tu blog. Saludos...!
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