jueves, 10 de mayo de 2012

ZEN EN LA CIUDAD



EL PROBLEMA CON EL ZEN (13).
-       Para mantener cierta coherencia personal  y proyectar una imagen plausible hacia el exterior, unificamos actitudes, opiniones y comportamientos sobre problemas muy diversos, en el compósito único e irrepetible de nuestra persona. En otras palabras: representamos nuestros “roles” sociales con un “estilo” que nos permite reconocernos a nosotros mismos y ser visualizados por los demás “de cierta manera”. Somos padres, hijos, fans, chistosos, gourmets, laburantes, creyentes, veraneantes, lectores, amantes, militantes, votantes, etc., “de cierta manera”. En democracia, todo es posible dentro de la ley y, sin resignar la opción propia, una respeta las ajenas.
-       El Zen no tiene nada que decir al respecto: cada uno desarrolla su propio estilo. Y no quiere meterse con eso, mientras pueda evitarlo. Muy por el contrario: el Zen incentiva al máximo la singularidad de cada practicante, alejando de cualquier homogeneidad. Al cabo de un tiempo de convivencia, en un grupo de práctica de zazen emergen diferentes estilos individuales y uno celebra la existencia de ese sencillo espacio de tolerancia en medio de la discusión: me remito a la experiencia de cada uno. Y “no pasa nada” porque, repito, el Zen no propaga prescripciones que uniformen por fuera: ni dieta, ni vestimenta, ni creencias, ni recitaciones, ni ceremonias, ni palabras mágicas, ni modas de pertenencia social, ni posturas partidarias.
-       Pero, en realidad, sí que “pasa algo” con el Zen: detesta ser usado para apoyar o convalidar (sobre todo de modo inadvertido e inocente) “causas” o “posturas" ajenas. Por eso desconfía, por ejemplo, de actividades de meditación promovidas desde instituciones públicas y que, muy fácilmente, pueden ser utilizadas (incluso cuando se procede con buena intención) como “desarrollo de la imagen” de la institución en cuestión y de los fines de quienes la controlan.
-       Siempre me produjo dolor de barriga la presencia ostensible de cierta multinacional japonesa “patrocinando” los jardines Zen de Kioto. Y las tripas se me remueven igualmente cuando el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires promueve, a través de un personero muy connotado, una sesión de meditación. Según la noticia de un diario de ayer, el rabino Bergman sostiene: "La meditación es una reflexión silenciosa interior que aporta sabiduría y paz a la acción exterior. Nunca fue tan necesaria la meditación en la política como en estos días". Citando a Borges, quien cita a un falso "Plinio el Viejo", yo diría: "ninguna idea es del todo falsa". Pero me apresuro a agregar: resulta tremendamente ambiguo que una iniciativa así proceda de una opción política que predica un apaciguamiento social que no está claro que practique. Como ciudadano, la sabiduría y la paz que reclamo a los hombres públicos están conectadas con el estricto cumplimiento de sus deberes de ciudadanos electos para gobernar: mejorar escuelas, ampliar subtes, gestionar colectivos, equipar hospitales, construir viviendas de emergencia, sostener la innovación cultural en el San Martín y otros centros, así como un largo etcétera.
-       Para evitar suspicacias y segundas intenciones, propongo que lo que ellos entienden por meditación (la noticia omite cualquier información al respecto) se lo dejen a los simples y rasos meditantes. Propongo pedir al César lo que el César prometió. Y cuando el César en cambio pide algo al campo meditativo, dárselo de modo privado, como a ciudadano igual que los demás, sin dejar de exigirle lo que le corresponde dar, dada su alcurnia. Ya en el siglo XIII, esta actitud puso a Dôgen Zenji “de punta” con el poder establecido en Japón. Y cierto shogun nunca comprendió porqué el patriarca no quería ni un peso, ni un terreno, ni una sala consistorial, ni un volantito, ni un sitio en prestigiosos diarios que estuviera vinculado con un tipo de poder que, a ojos del Zen, coartaba la libertad de los súbditos de aquella complicada época.
-       Ya ven: aunque “no se meta” en política, el Zen tiene esta palabra que decir sobre el ámbito cívico. Una palabra que busca "subvertir" ciertos poderes establecidos. El practicante puede tener preferencias sobre unos u otros poderes. Pero se mantendrá al margen de cualquier manipulación. Y la señalará si no tiene más remedio.

9 comentarios:

  1. <>

    y sin embargo, en otros ámbitos, y de cara al exterior, es precisamente ese mismo Zen quien monopoliza o hipoteca otras causas ajenas, como por ejemplo, la poesía haiku...

    KK

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pido disculpas por responder tan tarde. Mi computadora por lo visto no me avisa que hay mensajes. Pasé por aquí por casualidad y me encontré con su mensaje. Le doy mi opinión sobre lo que dice, que vale tanto como la suya.
      - En cuanto al Zen como pensamiento, propone actitudes de funcionamiento, pero no reglas retóricas. Le pasa con el arte (y con el de escribir) lo mismo que con la política: se queda medio paso atrás, expectante. El Zen no es una doctrina, sólo un germen (poderoso, de acuerdo, pero sólo un germen).
      - En cuanto al haiku, se trata de poesía. La buena poesía "llega", comunica, la no tan buena hace ruido, es ripio. Es una manera de decir que haikus háilos buenos, regulares y malos. Aquí y allá.

      Eliminar
  2. Muy bueno el artículo. El camino del medio y la compasión activa son las premisas inmutables que conducen a pronunciarse o asumir posiciones concretas en el campo secular.

    Oírad

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo lo entiendo así. ¿Lo entiendo, lo entiendo? A ver: así trato de vivirlo y lo considero complejo, al punto de borrar a veces con el codo lo que acaba de escribir mi mano (soy zurdo)

      Eliminar
  3. Esa meditación que encabezó Bergman ¿por qué relacionarla con el Zen?. ¿Acaso el rabino dijo que de meditación zen se trataba?. Y si eso dijo ¿acaso exigió que los practicantes tomaran refugio en las Tres Joyas?. Porque sentarse a observar la respiración no es meditación zen sino tan solo un ejercicio para tranquilizar la mente. El Zen, para ser Zen, debe enmarcarse dentro del budismo y para eso es imprescindible tomar refugio en el Buda, en el Dharma y en la Sangha. Si eso no se hace entonces se trata tan solo de un simple ejercicio de concentración sin ningún alcance que vaya más allá de un simple estado psíquico de tranquilidad. O sea nada que ver con el camino enseñado por el Buda cuyo objetivo final y liberarnos del sufrimiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tal vez no me expresé del todo bien. No relaciono a Bergman con el Zen. Relaciono más bien al Zen con una situación personal de independencia pronunciada respecto de los centros desde donde brota "discurso". Cuanto menos discurso previo, mejor le va al Zen, el cual, entonces, puede hacer y rehacer sus discursos en función de la experiencia. Siempre la experiencia primero. El orden de operaciones del Zen sería: primero la práctica, luego la manera de nombrarla. Por eso, a diferencia de lo que creo inferir de sus palabras (que respeto), el Zen no busca refugio imprescindible en ningún sitio que no sea la pureza del propio corazón (pureza ardua de conseguir y de mantener; pero situada en el propio corazón). Siempre digo (y mañana sale un libro mío que habla de ello) que al Zen no le molesta el Budismo, para nada. Pero no es una rama sólo del Budismo sino, además, del Yoga pritivo, de Nagarjuna, del Tao, de Confucio, sin olvidar diversos elementos del Shintoismo. Esta condición mestiza del Zen (comparable a la de muchos de nosotros, argentinos) no le cae siempre bien al Budismo institucional. Pero Eihei Dôgen, patriarca del soto Zen, fue preciso a ese respecto.

      Eliminar
    2. Excelente respuesta!!!
      Gassho!!!

      Eliminar
  4. Corrijo la última frase: O sea nada que ver con el camino enseñado por el Buda cuyo objetivo final fue liberarnos del sufrimiento.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Continúo un poquito. El Zen va mucho más allá que la relajación. Es un camino: al mismo tiempo HOBEN (media ad finem) y DO (disposición mental, corporal y cordial de caminar por caminar, por así decir).

      Eliminar