viernes, 17 de febrero de 2012

¿Un Zen prometeico? (1): Ni una raya, ni una línea

Vaya por delante que un poema no se comenta, menos si es propio. Sin embargo, el que acabo de subir al post evoca cosas que me caen cerca y quiero decir. Menos como apostilla que a modo de glosa, o de acotada paráfrasis.

Ya vieron que trata de alguien que respira: el texto transmite una respiración. Se centra en la inhalación y dibuja un fenómeno que crece, se expande, asciende, como si le interesara llegar hasta algún zenit. Obra, la respiración, como impulso de vida, igual que esa brisa que sólo desea cumplir la plenitud de su deseo: lanzarse a volar, hacerse aire en el aire, disgregarse. Tamaño despegue evoca un auténtico viaje. Pero el viajero del poema no se vale de ningún elemento o factor exterior: no tiene alas como Ícaro, ni avión, ni parapente. No se monta un trip mediante algún tipo de estimulante. La dimensión prometeica del zazen consiste aquí en sostener su posición con los desnudos argumentos del cuerpo y de la mente. Pero no apretando los dientes. Sólo dejando que crezcan en nosotros los atributos humanos.

Revisemos la historia de nuestra cultura y tal vez de alguna ajena. Quienes buscan expandir los límites de su mente siempre han optado por una de estas dos estrategias:
- o bien ayudarse con excipientes exteriores, a fin de estimular el comportamiento interior;
- o bien estimular el propio dinamismo de vida, de forma de amplificar, de forma gradual, el alcance de la mirada, hasta hacerla alcanzar el último confín del horizonte.

El zazen opta por esta segunda estrategia. Por eso, como dice el poema,
el tren nunca llega a la raya

pero el trip es gratuito
inodoro
sabroso
aliviana la tripa (solamente consume
la locura del tiempo

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