sábado, 1 de agosto de 2009

Una heroína de la Historia de Genji: La princesa Aoi


Las mujeres han proporcionado buena parte de la iconografía que hace a Japón reconocible a sus propios ojos y ante el extranjero. Dichas imágenes se asientan en tópicos de desigual repercusión en Occidente. La geisha es el más frecuente y tradicional para nosotros. En Japón, en cambio, son otras las imágenes de mujer madura que hoy sobresalen: la pescadera, la career woman (profesional administrativa, con frecuencia soltera) la oba-chan (abuelita). También se imponen imágenes juveniles: la cándida púber de la propaganda porno en cabinas telefónicas, la lolita gótica de Harajuku en Tokio, la estudiante en bicicleta, etc.

Existen sin embargo íconos muy anteriores, prefiguración de los contemporáneos. Creadora de numerosas figuras de cortesanas es Murasaki Shikibu, escritora del siglo XI, autora del Genji Monogatari (Historia de Genji), obra de arte que acaba de cumplir un milenio (ver: Libro de amor de Murasaki).

Entre las mujeres de Shikibu hay una que apenas menciono en el libro y que me atrae: Aoi, esposa oficial del protagonista y madre de Yugiri. A sus 26 años, la princesa se casa con Genji Minamoto, menos encumbrado y de sólo 22. Igual que otros characters de la novela, el de la joven se concentra en un nombre, Aoi, término que designa la malva real japonesa. Emite significados que se dispersan como haz de luces. Si de un lado evoca la distinción aristocrática, también nombra la flor que crece en el suelo del bosque: Aoi nació noble, pero se conduce con notable sencillez. Y mientras nombra la planta sagrada (y por eso vedada, clausurada, virginal) del santuario sintoísta de Kamo, en Kioto, la palabra aoi señala por contraste, en la grafía de la época, un día de encuentro (entre dos amantes), esa noche sin concesiones en que yacen juntos hasta el alba. Aoi transita por un borde afilado: es la esposa a veces postergada pero siempre amada. Eso dará mordiente a sus regaños, sus logros y cuitas. Como si no alcanzara, Shikibu sitúa al personaje de Aoi en otra intersección: entre la realidad, graficada en la belleza de su rostro, y la aparición vengativa del fantasma de Rokujo, madura amante despechada, quien la perseguirá de por vida causándole tormento.

La rotundidad de la psicología de los personajes femeninos del Genji Monogatari pende del hilo de seda y acero de un nombre bien dado. La Historia de Genji merece ser leída y admirada en Occidente por muchos motivos: el primero me parecen sus espléndidas mujeres.

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